LEJOS DE CASA

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Por Renay Chinea
Barcelona.- Es puente en España. Una estación del tiempo del tamaño de una semana, en que los niños no tienen clase, y se quedan en casa mataperreando, mirando pantallitas y comiendo carbohidratos como pollos de granja, bajo los efectos perniciosos de la libertad momentánea. La libertad, es casi siempre la parada previa a la exaltación y al jolgorio.
Ayer los míos andaban medio majaderos, y Elina estaba empezando a sufrir esa enfermedad mujeril no descrita por los atlas médicos que se llama “Moño Vira´o”: escoba en la mano, recogedor en la otra y mandando a todo lo que se menea, todo el tiempo.
Así que agarré mis dos granujas y mis tres riñones: iPhone, llave del coche y billetera… y los subí a bordo. Hacía un espléndido día soleado y fresco. De esos que en Miami gustan tanto. Una vez al volante me puse a tantear a ver a dónde los llevaría:
Hay un dolmen del Neolítico, de unos 4700 años, a quince minutos de casa entre un bosque de robles.-.! Pero ya Pipo lo había visto y no le gustó mucho la idea de andar mirando monumentos de cuando eran indígenas los españoles. Luego insinué lo del Cementerio Ibérico de la Colina de San Sebastián… y tampoco coló:
—Papá solo te gustan cosas de viejo… —me decían burlones.
Tomé rumbo norte, con Pipo poniendo reguetón en la pantalla, y aún sin una idea clara de a dónde iría a parar. Si no sabes qué música vas a detestar, espera que crezcan tus hijos: la que ellos sigan. Y lo mismo pasará con las verdades, las modas y los convencimientos: todo cae por agotamiento a los pies de lo nuevo, todo crepita en la hoguera imberbe de unos jóvenes entusiastas… que a la postre se imponen.
A la derecha, sobre una de las tres elevaciones que coronan la desembocadura del Río Ter, hay un castillo abandonado. Aquí colisionaron las ambiciones de Don Ponce V, Conde de Ampurias, Señor de Urgel y las Comarcas Nordestinas y el Monarca Jaume “El Justo” II de Aragón, y Conde de Barcelona, Baleares, Valencia y Sicilia, a finales del siglo XIII.
El Castillo cuadrangular, de almenas altas, puerta robusta y en arco etrusco, posee una de las vistas más apreciadas de todo el Empordanet —esa pequeña Toscana Catalana— , las Islas Medas en el Mediterráneo, y a lo lejos los picos blancos de los Pirineos. Fue construido por los alrededores del año 1300 y está lleno de historias y misterios… forcejeos políticos entre el feudo y la monarquía, dejados a su suerte sobre una colina calcárea en medio de un paisaje de sueños, una vez que el Barón comprendió que bajo el mandato Real no existen baronías…! Pero tampoco: Lucas no está para escalar ni diez pasos.
Sigo andando sin plan alguno e irrumpe una canción de las de Pipo: Vainilla Ice se llama el cantante.
—Por fin has puesto música, —le digo.
—Mira, Papá, es Van Winkle… tiene 20 millones de seguidores.
Los “millones de seguidores” ha pasado a ser una unidad de medida del Sistema Internacional de Unidades y la canción, no era de Freddy, como pensé: el tal Winkle copió sin recato el Underpresure… y cuando acaba la fanfarria introductoria, pues brinca de carril y con la otra mano, comienza a plagiar el Rappers Delight de Sugar Mill, grabada en 1979.
—Cuando nació Mamá— le digo a Pipo, impresionado de que yo pudiera descifrar ese adulterio.
—Aguanta ahí… ¿ya viste cómo copió a Freddy…? Ahora pon el Sugar Mill Gang y verás como sigue copiando.
—Mira, Lucas, Papá tiene cuatro seguidores en Instagram…— y se ríen.
—¿Por qué tienes tan pocos, Papá?
—Cuatro no son pocos, hijo. La meta es no tener ninguno. Imaginen que, a veces, yo mismo no soy capaz de seguirme a mi mismo. ¿Cómo puedo esperar que diez personas se entretengan con mis contradicciones…? Y veo sus caritas, envueltos en una risa burlona en el retrovisor.
A lo lejos, Pipo ha visto las nieves del Canigó.
—Es la Montaña más alta de España, —le dice a Lucas.
—No— lo corrijo. La Montaña más alta de España está en África, es decir, en Canarias. Y además, esa nieve que ven, la mitad está en Francia.
—A Francia. ¿Podemos ir a Francia, Papá?
Pues a Francia… a veces Elina y yo, cuando éramos novios, nos íbamos a Francia. Nos metíamos por las callejas de Perpignan, cerca del Castillet y allí comenzábamos a tropezar con el acervo diferenciador de los queridos vecinos.
Lo más normal, cuando vas a Francia, desde España, es que te quedes sin comer en un restaurant. Lo primero: abren de 12 a las 14:30.., cuando en España abren de 13:30 a las 16.00hrs… Y lo segundo: Francia ha hecho del parasitismo laboral, Política de Estado. Tener un empleado en Francia es una noticia peor que cargar con un fibroma, o con el alboroto de los Triglicéridos… Así que siempre íbamos a parar a las queserías de los supermercados con una baguette en la mano.
A la altura de Figueres llamo a Willy, un amigo cubano de mil batallas que vive en el lado francés hace muchos años. Y te das cuenta de cómo el lenguaje se cuece en ollas aparte, dependiendo de hacia quién va dirigido. Cambia tanto en dependencia de con quién hablas.
—Consorte, ando con los fiñes al retortero, y voy parriba. ¿Tú qué vuelta?.
Me doy cuenta de que mis niños no han comprendido nada de la jerga que hablo con Willow, aunque el comodín del contexto siempre aclara todo. Aprender un idioma es aprender a descifrar los engañosos vericuetos de los contextos. Pero al Willow no puedo hablarle de otra manera. Es mulato, bailarín, bailongo, músico, poeta y loco, y además de Centro Habana. Cuando llegué a Perpignan la primera vez, hace 20 años, me enteré que tenía una fiesta. Las francesas que yo había conocido, eran las de los Parapluies de Cherburg, y pensaba que todas olían a perfume como Catherine Deneuve en la pantalla del Cine Chaplin en La Habana. Cuando le enfocaban el rostro, yo le miraba los pelillos finos y dorados debajo de las orejas y me decía: estoy seguro que ahí huele a Chanel Number 5. Pero las amigas de la fiesta de Willow, que ya era un afamado profesor de salsa, merengue, cumbia, kizomba y candomble y cuanto tambor suena en el mundo… esas, sí que olían a Perfume! Y yo crudo, acabado de llegar de Cuba, aún olía a manigua y desparpajo. Pasaba una bandeja con ostras y yo miraba pal Willow:
—Jabao, ¿qué coño es esto?— tú métele… —me decía… y de un zarpazo levantaba tres ostras, que, francamente, siempre me han sabido a biajaca cruda.
—Estoy enreda´o con la pincha, Rena…! Hoy estoy complicado…! Tú sigue por la Autopista y en la siguiente entrada, vete para Le Barcarès… Ahí hay de to´ pa´ los chamas.
—¿Cómo se escribe eso, con acento?
—Tú pon Barca… y antes de llegar a “res” verás lo que te sugiere Google —me dice Pipo, con una mueca burlona.
La Francia tras-pirenaica, es de costa baja, con entradas de agua del gran Golfo de Lyon. Abundan las marinas y marismas, rodeadas de planicies calcáreas y casitas pulcras, modestas y bien diseñadas. A las afueras del Vilage, han construido un tinglado navideño que atrae turistas. Es el tipo de negocios que nacen de la necesidad de matar el aburrimiento. La jornada laboral de ocho horas, trajo la madre de todas las miserias que es el ocio. Y para matar el ocio… para negarlo, nació este tipo de negocio: Los padres son secuestrados por sus niños, billetera en mano, y son llevados a punta de entusiasmo ante aparatos que convierten el azúcar en una mota de algodón; las manzanas rojas, en manzanas caramelizadas al sirope de fresa, los hot dogs en platos de calidad perruna. Hay palacios de hielo falso, nieves de poliestireno y arces de atrezzo envueltos en una falsa lana blanca de bombillos albos, que corren paralizados sobre una alfombra que también es roja.
—¿Nos podemos quedar en un hotel aquí, Papá…?—pregunta Lucas a la salida de un trampolín con oropéndolas doradas…
—Bueno… nos lo podríamos plantear —le digo.
A las tres o cuatro horas ya había caído la noche. Y empecé a valorar la idea del retroceso a casa, o de quedarme en un hotel con ellos.
A la salida, fuimos caminando juntos por una avenida ancha. Cada uno tenía su impresión sobre el hotel donde querían quedarse. Lucas, quiere algo con Jacuzzi. Y Pipo lo quiere en la falda de una montaña cubierta de nieve. El resplandor de Perpignan se alza sobre la oscuridad de la noche.
—Estas son mis alumnas, Rena. Y quieren pedirte que bailes con ellas alguna bachata— me dijo el Willow aquella noche, hace ya 20 años. A cada lado que moviera la mirada, podía sentir el Yves Saint Laurent de una y el Guerlain de la otra, bajo sus orejas. Con sus ojos pícaros y su risa malévola. Estoy seguro de que ellas se vieron delante de una escudriñante cobra. De esas que le brillan los ojillos y paladean el aire con su lengua bífida.
Nunca conocí un cubano que bailara peor que yo, que por suerte vine a España, ese pobre país de gente con las dos patas zurdas, que a un baldado con salpullido, lo consideran Fred Astaire.
Hablando de las muchas opciones de alojamiento, encontramos nuestro coche, de cara en un parking. Mi padre, era famoso por su caballo blanco. Los domingos de Guateque, después del ron xmil… tan solo le bastaba que alguien lo soltara a horcajadas sobre el lomo de su caballo blanco: y el animal solito lo traía a casa. Cuando vi mi coche, negro, pensé en mi padre y su caballo blanco.
—Pues no pue´ se´ —le dije a las alumnas del Willow. Yo no puedo bailar con ustedes y humillar a quien fue mi alumno más aventajado en Tropicana. Mon eléve, le decía al Willow con un tenebroso acento de barrio. Y las carcajadas nos doblaban de risa.
—¿Veis este caballito, niños?—les pregunté mientras se acomodaban en el auto. Este nos va a llevar solito al mejor hotel del mundo: nuestra casa.
—Mete Home, en el navegador, Pipo.-. y verás cómo Google maps hace el resto.
Y eso hicimos.

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