LA BIBLIOTECARIA QUISQUILLOSA

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Por Gretell Lobelle ()
La Habana.- Con Thais como compañera de viaje, justo a la salida de la Facultad de Comunicación (FCOM), siento un ruido en la llanta trasera y sé que es distinto al de otras veces que he pellizcado un cristal o una piedra.
Andamos esquivando una patrulla porque con un solo casco la multa es segura. Hablo mal de la patrulla, la etiqueto y los policías pasan de mí. No soy algo que les interese. Sigo. A unas cuadras antes de llegar al Mónaco, una muchacha me dice: «Creo que llevas la llanta trasera baja de aire».
Thais sugiere ir a la ponchera del Mónaco. No tengo ni puta idea de cómo luce una llanta pinchada. Paro justo donde hay un muchacho y le pregunto.
Es categórico. «Están ponchadas».
Nosotras somos especialistas en información y tenemos un serio problema con la fuente y el control de autoridades. Ambas decidimos terminar en una ponchera preguntando a otro señor, midiendo el volumen de aire de cada llanta, poniendo más aire a la llanta trasera con el diagnóstico del hombre que echa aire. «Si mañana está baja de aire, estás ponchada».
Eso tampoco nos sirve y vamos directamente a quien parcha las llantas, a la experticia de un ponchero. ¿Qué es eso de tener que esperar al otro día para saber si estás pinchada? Justo cuando estamos por rendirnos y seguir el camino, el muchachito nos mira, habla poco pero pregunta qué pasa. «No sé si esa llanta está pinchada, tampoco me preguntes si tiene cámara o qué tipo de llanta es, porque te juro que no hablo ese lenguaje». Thais me hace señas porque me estoy subiendo el vestido para poder acomodar la moto y casi muestro el blúmer. Me molesta que para mí una llanta es una llanta sin necesitar mucha explicación.
Con una delicadeza que calma, el hombre va echando agua a la llanta, lo cual me emociona porque es evidencia. Thais ya se metió en lo documental. Es hipótesis probada mediante leyes físicas y sí, hay un pequeño agujero en esa llanta y sale un hilito de aire. El muchachito incluso me sugiere cambiar la de atrás por la de adelante y sigue explicando. Quedamos para el jueves.
Definitivamente no hay nada más quisquilloso que una bibliotecaria, analista de información y dos juntas, ¡pues peor! Ese queme de buscar fuentes, comprobar, analizar, no quedarme con un solo criterio, revisar el control de autoridad, solo estar tranquila cuando encuentro la información justa, es lo que a mí me tiene definitivamente sin jevito. Qué oficio más perro y gratificante ha elegido una, es que a mí no me gusta la contemplación, la duda, lo engañoso. Como siempre digo, gato y liebre no es lo mismo.

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