PARA UNA SOCIEDAD, EL ADOCTRINAMIENTO ES PEOR QUE LAS DROGAS

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEPARA UNA SOCIEDAD, EL ADOCTRINAMIENTO ES PEOR QUE LAS DROGAS
Por Joel Fonte
La Habana.- Una masa de miles de niños en uniforme escolar de primaria, y otros, apenas adolescentes, de secundaria básica, preuniversitarios, politécnicos… son arrastrados -sin preguntárseles a ellos o a sus padres su consentimiento, a pesar de que son menores de edad-, se les concentra en una plaza, en una marcha «patriótica» y se les hace gritar hasta perder la voz «que se vaya la escoria»; «devuelvan a los Cinco Héroes»; «regresen a Elián»; «yo soy Fidel»; «viva Palestina»…
Otro día y en cualquier sitio de Cuba, una masa de trabajadores de los más diferentes medios -incluso aquellos que han logrado independizarse del mísero y encadenante salario de las empresas y entidades «estatales», y son cuentapropistas, dueños o empleados de mipymes privadas… marchan también, se concentran donde se les indica, obedientes, y hasta no faltan entre ellos los que se muestran inconformes, pero van…
Van y, aunque con un entusiasmo más apagado que el de los niños y los adolescentes, gritan también…

Y ocurre así con la masa de jóvenes estudiantes universitarios, y con los «combatientes», y con las mujeres, y los profesionales, y los simples obreros, y los militares.

El contenido de los gritos cambia según la etapa «histórica», el contexto, los fines manipuladores que persigue la dictadura con la movilización, pero un mismo denominador es común, subsiste en todos los casos: la masa obedece, se deja arrastrar acríticamente, sin que tenga conciencia verdadera -como norma- de que es tratada como objeto, como instrumento, de que sirve a un fin que desconocen y que en su esencia es contrario a los propios intereses de esa masa y de cada ciudadano que la conforma.
La gran mayoría de los que por décadas fuimos acarreados así, entre «marchas» y «tribunas abiertas», de los que lo son aún, no tienen ni idea de qué es Palestina, de su historia y contenido de su relación con Israel, de quién fue realmente Fidel Castro y las consecuencias dramáticas que hasta hoy subsisten de la dictadura que instaló en el país y aún lo controla; millones no sabían cuando gritaban «Elián» que era víctima de la más retorcida manipulación del castrismo con fines políticos, ni lo que pasó verdaderamente con aquel niño náufrago, ni qué hacían aquellos espías que «querían» de vuelta…; mucho menos analizan que «la escoria» que Castro no quería es, con su dinero, uno de los soportes hoy de la dictadura…; pero casi todos repetían y repiten consignas que desconocen porque sobreentienden que son justas, que lo que reclaman es lo correcto, porque todos hacen lo mismo… y la «revolución» lo dispuso así.
Y de ese modo pasa, una y otra vez.

Las familias permiten que les arranquen a sus hijos apenas adolescentes y se los lleven a un servicio militar obligatorio, donde los adoctrinan, los abusan física y emocionalmente, y que puede costarles la vida -como tantas veces ha pasado- porque creen que eso es «normal», porque siempre ha sido así. Eso creen.

La gran masa de cubanos, vinculados a empresas estatales, o jubilados, o dependientes en general de salarios, jubilaciones y pensiones, reciben cantidades tan míseras que mueren de hambre o se ven obligados a vender pertenencias o involucrarse en toda clase de prácticas para sobrevivir, pero no alzan la voz, no protestan, porque el régimen les repite año tras año que «la revolución lucha» por cambiar esas «dificultades», y la gran mayoría confía, y espera…porque se les ha enseñado que eso es lo correcto.

El mismo régimen que lleva 64 años mintiendo al pueblo comienza a abrir tiendas, comercios, toda clase de establecimientos, y a vender allí lo que ningún cubano puede comprar con su salario, a pesar de que son productos básicos para la vida, y lo hace en una moneda extranjera, en los dólares que criminalizó por décadas; y se les dice que es por el bien del pueblo, por un tiempo. Y el país entero en poco más de 2 años es dolarizado completamente, el peso cubano se convierte en papel estéril, y el mismo régimen ladrón sigue mintiendo y culpando a otros del caos y sus causas, pero la gente permanece inmóvil, en una inacción eterna, porque no sabe qué hacer, o espera que otro lo haga, o porque confía que el fin de todo ese drama «venga» solo.

Se le ha enseñado al pueblo que no tiene la capacidad de cambiar nada, y que debe esperar por ese Poder corrupto, por la «revolución».
Y no hay medicamentos en las farmacias desde hace años, donde lo que se vende es frazadas de piso y detergente; y tampoco hay omnibus para ir a ningún sitio porque los han arrendado todos en un gradual y silencioso proceso de privatizaciones «socialistas»; y no puede un cubano comer ni frijoles, ni arroz, ni carne de cerdo, ni tomar leche, porque el mismo régimen asesino culpa al «bloqueo», mientras invierte los millones que no se roba solo en turismo y otros negocios que «prioriza», pero no invierte en la agricultura, donde los campesinos son explotados.
Pero la gente, víctima de ese martirio prolongado e interminable, sigue esperando. Y la salida de unos cientos de miles es emigrar, exponerse al tráfico, a los asesinatos, a morir en el mar, en las selvas. Pero la protesta y el enfrentamiento a la dictadura es descartada como una opción real por la inmensa mayoría, porque «no tiene sentido», porque «nada se logrará». Eso le han enseñado a los cubanos.
La dictadura castrista le ha enseñado a ese pueblo, que es mejor morir en manos de un traficante de personas, de un coyote, que ir a la cárcel por defender una idea justa.
Y le ha inculcado a los cubanos, desde la niñez, que es normal, lógico, que un grupo de hombres le imponga una ideología, un pensamiento único a millones de seres humanos, y que esos millones de almas tienen que acatar eso, que no pueden hacer nada para cambiar ese absurdo, esa idea enferma, en pleno siglo XXI.
ESO ES ADOCTRINAR A UNA NACIÓN, instalar una ideología como método de control social, para que un grupo de hombres que son venerados como deidades -cuando son en realidad criminales, delincuentes, bandidos- ejerzan el dominio sobre la masa a través del control sobre sus mentes.

Cuando esa doctrina, cuando esa ideología es inculcada a través de métodos rigurosamente calculados, elaborados, la masa pierde autonomía y es arrastrada hacia donde el dictador la guía, aunque sea al precipicio.

Y los métodos no son solo las «marchas combatientes», los «actos», la construcción de la apatía, del temor al cambio, sino que están en la vida cotidiana de los cubanos, desde su nacimiento mismo.
Los medios de propaganda masivos, como la radio, la televisión, la prensa escrita, los libros, revistas, folletos, el cine, el teatro, la internet, hasta la propaganda gráfica que se instala en vallas y muros de ciudades y campos… todos son parte de ese enorme aparato de manipulación puesto al servicio del adoctrinamiento de millones de seres humanos, encargados de repetir, mostrar a cada minuto, día, semana, mes y año, una década tras otra, una verdad que ha sido lastrada, retorcida y reconstruida al servicio de esa ideología que desde el Poder se instala en la gente.
Es tal la influencia y las largas secuelas de un adoctrinamiento tan feroz, tan prolongado, -casi dos tercios de siglo- que incluso cuando el ciudadano descubre que se le miente, que se le manipula, muchas veces no reacciona y sigue obedeciendo por el instinto de repetir la subordinación a ese Poder, porque «no sabe» como sacudirse el hábito de la obediencia.
Por eso, barrer con la dictadura castrista es imprescindible para la construcción de una Cuba nueva y verdaderamente sana, libre.
Es vital construir un país y rehacer una nación donde al ser humano se le muestre el paradigma de valores universales como la solidaridad, el humanismo, la justicia, para que jamás la sociedad cubana vuelva a sufrir, a ser víctima de dictaduras, de totalitarismos, de ideologías, -ni de izquierdas ni de derechas-, para que nunca más un grupo de hombres gocen de privilegios y vivan de mantener dividida a nuestra gente, marginando a millones de seres humanos por no acatar el pensamiento dogmático que le imponen.
Un hombre que no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado.
Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.

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