Por Jorge Fernández Era ()
La Habana.- Anteayer fui por la Unidad de la PNR de Aguilera. Hacía rato no veía a mis compañeros de pre-juicio. Necesitaba saber cómo va ese complejísimo proceso que necesita más de seis meses para su consecución.
Como en todas las conversaciones que sostengo con mi instructor penal, el capitán Laffita, esta transcurrió en un clima de respeto. Tuvo paciencia para oírme, poco menos que la tenida por mí con él. Me decepcionó, eso sí, que me informara que no tuvo en cuenta las cuatro acusaciones que me había hecho originalmente el mayor Viera —incluían los delitos de «sedición», «irrespeto a los dirigentes de la Revolución» y «difamación contra oficiales del Ministerio del Interior»—, y que solo me enviará a los tribunales por el de «Desobediencia». Decirle eso a Era, que pensaba ganarle la emulación a Alina. Que la deudora de multas no cante victoria aún: según Laffita, las sucesivas violaciones a la prisión domiciliaria que he cometido desde el 28 de abril, con dos excursiones a Matanzas para colmo, pueden ser constitutivas de otro delito con su respectivo expediente. Mientras tanto, dos chapuceras citaciones anuladas por ley —la de Proceso Penal es contundente en este acápite—, y que son pretexto por su incumplimiento para la cacería de que he sido objeto, esperan por la atención de policías, investigadores, fiscales y todo el arsenal detectivesco de nuestras invictas fuerzas del (des)orden.
Aproveché para preguntarle quién se encargará de seguir la pista al acoso cibernético a que estoy siendo sometido, del cual adjunto memoria gráfica y apunta contra mi esposa y contra la amiga Nancy Granado, la persona que más me ha acompañado en mis protestas pacíficas ante el monumento a José Martí del Parque Central. Con dicho chismorreo, ejecutado por varios perfiles falsos de Facebook —como es costumbre en el actuar de los valerosos combatientes del Ministerio del Interior— cumple su promesa el esbirro Unonoventaicinco, alias Yordan, quien ya me lo había anunciado en la sesión de tortura sicológica en que él y otros tres genízaros convirtieron mi traslado hacia La Habana el 28 de noviembre. En esa ocasión me amenazó con que «ahora es que esto comienza y se pone bueno». Para no defraudarlo —según registros médicos, dichas manifestaciones de impotencia pueden ser síntoma de reprimidas disfunciones mentales—, ya Nancy, Laide y yo estamos pensando hacer un trío, para que él pueda aprobar de una vez y por todas la asignatura de Inteligencia.
La respuesta de Laffita es curiosa: «Se hace imposible investigar esas cosas, Facebook es de los yanquis». Ahí es donde aflora la alarma por la seguridad del país, pues uno se pone a pensar hasta dónde ha llegado el aparato de espionaje norteamericano, capaz de entrar hasta el calabozo de la Unidad de la PNR de Zanja para hacerme una foto y luego publicarla en su pérfido invento tecnológico, con la anuencia de un «custodio» del DSE que, fortuitamente, me ha detenido en dos ocasiones, es especialista en poner esposas y me acompañó en el carro patrullero que me condujo hasta mi casa desde Brisas del Mar.
Dijo más Laffita: «El accionar de la Seguridad del Estado es independiente del de la Policía Nacional Revolucionaria». Él no conocía de estos hechos. El interrogatorio que se me hizo hace meses en la Unidad de Aguilera por parte de la embajadora plenipotenciaria de Villa Marista, la teniente coronel Kenia, tampoco tuvo que ver con mi instructor penal. Estuvo presente, «pero no tenía por qué estarlo».
Sigan ahogándose en el lodo, Unonoventaicinco y compañía. Créanse el cuento de que con métodos tan espurios van a ahogar nuestro grito. Ustedes son prueba contundente de que con el Minint no va lo de «ser tratado y tratar a los demás como seres humanos», mucho menos el «no mentir jamás ni violar principios éticos» del Concepto de Revolución del Comandante.