Por Irán Capote ()
(Crónicas de Navidad)
Pinar del Río.- Lo que no consiga mi madre no lo consigue nadie. Como buena paparazzi, consiguió la foto con «El Niño».
Vamos, yo que conozco el paño sé que se pasó el día buscando el momento en el que cogerlo desprevenido. Porque si ella es hiperactiva y entusiasta, él tiene un doctorado en pasar desapercibido. De él heredó Yano Naranjo Capote el amor por el silencio.
Para la foto, mi madre, además, consiguió vestirlo del mismo verde limón que ella. Porque ambos son sus medios limones.
Cuando yo tuve conciencia, ya El Niño estaba en mi familia, y en vez del clásico padrastro malévolo de los cuentos, se comportó como el padre calmado y servicial que es. Un hombre tan noble que no tiene enemigos, que nunca ha tenido ni un sí ni un no. Un hombre que nunca he visto insultado ni ofendido. Ni siquiera cuando mi madre insiste en sacarlo del paso.
A El Niño le debo, entre otras muchas cosas, el vaticinio de mi profesión. Sabrá Dios por qué razón, desde que aprendí a leer, empezó a llamarme: «Shakespeare «. Y a mí me caía como una patá en el estómago que siempre estuviera: «Shakespeare, alcanzame esto o aquello…. ¿ En qué piensas, Shakespeare?»
Yo, desde luego, no sabía quién era Shakespeare. Muchos años después, graduado de dramaturgia, me di cuenta de su vaticinio sobre mi oficio.
A El Niño también le debo el cuento más divertido de mi infancia. Resulta que había construido la casita de palma y guano a la que fue a vivir con mi madre una vez que se casaron. La había construido junto a su padre. (Con la Santa Paciencia de ambos.). Y por algún fallo técnico arquitectónico, la casa quedó inclinada. Mi madre, en su desafuero perfeccionista, le dijo: «¡Enderézala!» Y él, tan calmo como siempre, enganchó la casa a un tractor y haló y haló hasta dejarla derecha.
Nunca en mi vida he presenciado otra imagen como esa¡¡¡Feliz cumpleaños, Walberto Naranjo !!!
Todavía no sé escribir una tragedia shakespeareana.
