La dificultad de adentrarse en la mente animal
En su estudio, publicado en 2022, en la revista Erkenntnis, Monsó propone una exploración de las condiciones mínimas que deben cumplirse para que los animales posean y comprendan el concepto de la muerte. Sin embargo, sumergirse en la mente animal y evaluar su capacidad para entender la muerte tiene su dificultad.
La dificultad más importante radica en la intrincada tarea de acceder y comprender el mundo cognitivo de los animales. A diferencia de los humanos, cuyas expresiones verbales y de comunicación consciente nos brindan una ventana directa a su pensamiento, los animales se comunican a través de señales no verbales y comportamientos que en ocasiones nos resultan casi imperceptibles. Además, al intentar comprenderlos, es fácil caer en falsas interpretaciones dada nuestra tendencia a antropomorfizar el comportamiento animal, asumiendo que piensan lo que nosotros pensaríamos en su misma situación. Por eso, penetrar en el pensamiento animal requiere de un enfoque meticuloso y sistematizado y una comprensión profunda de las sutilezas de su comportamiento, lejos del sesgo antropomórfico.
En este contexto, Monsó sugiere que la exploración de la capacidad de los animales para entender la muerte debe basarse en la comprensión de conceptos, y no simplemente en el reconocimiento de estímulos. La idea fundamental de Monsó es que, para comprender mínimamente la muerte, un animal debe entender primero que un individuo muerto antes estuvo vivo, y luego comprender que ese evento es irreversible y no funcional. Este enfoque nos lleva a considerar cómo los animales, al enfrentarse a individuos muertos, podrían mostrar comportamientos que indiquen una expectativa inicial de vida seguida por el reconocimiento de la falta de funciones vitales.
¿Comprender la muerte es tan raro como parece?
Una de las cosas que no hay que asumir es que los animales entiendan la muerte de la misma forma que la entendemos los seres humanos. En este sentido, el antropocentrismo se impone con dos visiones predominantes: la intelectual, que tiende a sobreintelectualizar el concepto de muerte, y asimilarlo al nuestro, y el antropocentrismo emocional, que centra desproporcionadamente la atención en el duelo como reacción a la muerte. Monsó, junto con Antonio J. Osuna-Mascaró, de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena (Austria) argumentan en contra de estas perspectivas, afirman que el concepto de muerte puede requerir menos complejidad cognitiva de la que se pensaba anteriormente.
En su estudio, concluyen que la comprensión de la muerte no es tan infrecuente en el reino animal. Contrario a las percepciones arraigadas, plantean que la capacidad para comprender la muerte puede surgir al margen del duelo.
¿Hay animales que se anticipen a su propia muerte?
Una cosa es comprender lo que significa la muerte y lo que implica este proceso, y otra muy distinta es ser consciente de que es algo que, ineludiblemente, le sucederá a uno mismo. Muchos animales han dado muestra de comprender la muerte: grandes primates, cetáceos, elefantes, cuervos o roedores lo hacen de forma más evidente. Sin embargo, saber si son conscientes de que ellos mismos van a morir es más difícil de asegurar.
Se podría pensar que los animales que presentan cierta respuesta de duelo ante la pérdida de la muerte podrían llegar a comprender su propia muerte, sin embargo, esa premisa no se sostiene en pruebas. De hecho, podemos comprobar cómo algunos niños lloran la muerte de familiares pero aún no comprenden su condición mortal.
Hay otros comportamientos de ciertos animales que sí parecen indicar cierta conciencia de que su muerte está próxima. Algunos se apartan de la manada cuando les queda poco tiempo de vida. Otros expresan una mayor intensidad en sus relaciones con sus congéneres, buscando apego. Pero no es fácil discernir si esos comportamientos son elecciones conscientes que anticipan la muerte, o si por el contrario, son solo reacciones instintivas.
a día de hoy, aunque sabemos que hay animales que comprenden la muerte —e incluso algunos, como las ratas, probablemente tengan experiencias cercanas a la muerte análogas al ser humano—, no sabemos a ciencia cierta si son conscientes de que van a morir. Y aunque algunos comportamientos parecen apuntar en esa dirección, de momento no somos capaces de verificar si nuestra percepción es acertada, o si se trata, una vez más, de un sesgo antropomórfico producido por nuestra condición humana.