Por Irán Capote
Pinar del Río.- Los muchachos del taller ya están cogiendo el vicio de ver teatro. Por suerte, han podido asistir a las funciones del actor costarricense Andy Gamboa, todo un lujo para el escenario del Teatro Milanés. Todo un lujo para ellos, ya que fue la primera experiencia como espectador teatral para la mayoría. Desde ahí les ha dado por convocarse en horarios extra taller y se van juntitos para la variada programación del Teatro La Edad de Oro y Teatro Alas. Y hoy a la función de Jardín, del Proyecto de Narración Escénica A la cuenta de tres.
No siempre he podido acompañarles, porque además de la apretada dinámica de mis días, también he estado enfermo. El hecho de verlos motivados por el arte teatral, me pone más que dichoso. Y también el hecho de ver cómo van relacionándose de manera más estrecha. Los profes creamos un grupo de “wasap” para dar informaciones. Y ellos también crearon uno al que bautizaron Chachareo. En Chachareo me he infiltrado para conocer un poco más sobre sus dinámicas. Son cientos de mensajes sin leer cuando amanezco. Ahí veo como se convocan para realizar una tarea del taller y también para citarse a un juego de dominó, a una salida al teatro o al Patio de la AHS. Y luego ponen sus fotos como resúmenes.
En Chachareo se está consolidando su amistad. En Chachareo está la muestra de que el teatro es un puente perfecto para conectar a los humanos y volverlos, quizás, mejores seres humanos.
En Chachareo está la evidencia de que en medio de un triste exilio como el que vivimos, en medio de tanta necesidad, en medio del hambre, un grupo de jóvenes destinan horas de sus semanas para que el teatro les provoque, les motive y quizás hasta les llene de sueños y les cambie la vida.
Hoy, después de la función del teatro, nos fuimos hasta LELOV , ese lugar mágico que tiene la ciudad. Y entre café y té de jengibre con limón, nos atrevimos a escribir un poema colectivo que luego quedó exhibido en la pared y acuñado por nuestros pulgares. Uno de ellos, en medio de la ceremonia poética, dijo: El autor del poema colectivo se llama “José Jacinto Lelov”. Y yo amé el nombre por todo lo que resume, por todo lo que conecta.
De camino a casa advertí que no había sentido dolor alguno durante la tarde. Ni de gastritis ni de la pierna.
Hay cosas en la vida que llegan para sanar.