Por Esteban Fernández Roig Jr. ()
Miami.- A los conocidos los pasamos por un tamiz y le damos «tiempo al tiempo». A un “conocido” quizás le tome 20 años de fidelidad absoluta a nuestra amistad para adquirir el sagrado título de “hermano escogido”.
Nuestros problemas no se los contamos a nuestros hijos sino al «hermano escogido». A los hijos tratamos de mantenerlos al margen de la tragedia que nos agobia.
Son los “hermanos escogidos” los que tienen que soportar, escuchar y ayudarnos en nuestros momentos malos y viceversa. Vaya, no queremos preocupar a los niños, aunque los «niños» sean zánganos de más de 38 años.
La discreción es una cualidad indispensable del íntimo amigo. Al principio, cuando era un conocido, le contamos varias boberías para probarlo, y cuando nos damos cuenta de que el conocido no habló, ni se fue con el chisme a contarlo en cada esquina, entonces lo consideramos «una tumba», y tiene mejores posibilidades de que llegue a ser parte de la hermandad.
El amigo debe pensar exactamente igual que nosotros en casi todo. Un individuo que discrepe constantemente, que no piense como uno, que tenga espíritu de contradicción, tiene muy poquitas oportunidades de llegar a ser “un hermano más.»
Desde luego, ya cuando pasan los años, cuando llevamos 30 años de amistad, entonces el íntimo amigo tiene el derecho (más que nadie) a inmiscuirse en nuestras vidas, de darnos consejos, de regañarnos, de criticarnos y hasta de burlarse.
Pero, para llegar a ese plano necesita muchísimos años de haber estado de acuerdo con nosotros en todo. Y la crítica tiene que ser en privado, jamás en público. Y políticamente tenemos que ser completamente afines. No es cómo que yo pueda tener un hermano escogido castrista.
Los “hermanos escogidos” lo comparten todo (menos las mujeres, desde luego), no necesitan nuestra invitación para nada, conocen nuestros secretos, nuestras debilidades, nuestros faltas, y están al tanto de nuestras virtudes. Y la mayor virtud debe ser: saber ser íntimo amigo. En eso no puede haber «caída», ni «tiqui- tiqui, ni taca- taca.»
Vaya, usted, aunque nunca me haya conocido personalmente, pero es enemigo a muerte de la tiranía castrista entonces entra en la categoría suprema de ser MI HERMANO DE LUCHA.
Y le dedico este escrito a Renán Llanes, fundador de la Casa del Preso, quien fue para mi un Hermano de lucha.