MILEI, Y LO QUE VIENE DESPUÉS

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEMILEI, Y LO QUE VIENE DESPUÉS
Por Javier Bobadilla
La Habana.- Milei sale presidente de Argentina. Si Argentina me importara menos, ya no supiera ni dónde queda. El culpable de que a la mención de su nombre me surjan todo tipo de imágenes es mi tío postizo Edgar -el filósofo de la familia-, que en algún momento en que aún Dios no le había dado hijos, pero ya el diablo le había dado sobrinos, tomóse la difícil tarea de obligarme a leer Las Ruinas Circulares.
Así fraguó Argentina su imagen en mí. Un país enorme y plano, un oeste en español, con unos intelectuales que añoraban la barbarie de los vaqueros, que ansiaban pelear a cuchillo pero jamás de los jamases habían empuñado algo más afilado que una pluma, ni habíanse sacudido el polvo de la pampa más que el de los libros de la biblioteca. Un país de burgueses con aspiraciones europeas, pero con ínfulas de cabroná orillera.
Algo así se intentó lograr en Cuba, después del 59. El intelectual tenía que ser guapo, si no, era feminoide e ideológicamente diversionado, y por ende, no confiable. De aquellos tiempos arrastramos unos cuantos exponentes de la transformación que, lógicamente, no llegaron a ser ni intelectuales ni guapos, pero sí confiables.
Tengo un socio que hace rato me viene diciendo que escriba de Milei, y yo le he estado dando curva.
¿Por qué? Estaba esperando a que el polvo se disipara.
Porque la tormenta de Milei ha levantado muchísimo polvo. Incluso ahora, me arriesgo al dar mi opinión.
Milei es teatral. Seguidor de Trump y Bolsonaro, pero sobre todo de Trump. Acostumbrado a ser visto y escuchado, se roba los debates y las cámaras. Insulta a los competidores. No es un estilo que me guste, pero tampoco es razón para desestimarlo.
A su favor puedo decir que sabe lo que quiere, con una claridad asombrosa. El problema es que quiere cambiar todo lo que debe ser cambiado, y eso me suena, y me suena a que no termina bien. La Argentina que recibe, por otra parte, va de mal en peor. Quizá justifica su apuro por hacer los cambios. ¿Aquí nos quejamos de que el dólar se puso a 260 y el banco lo sigue comprando a 120? Allá se puso a 950, con picos de más de 1000, pero el banco lo compraba a 300 y algo. En este año se triplicó.
Javier alias «El Loco», alias «El León» Milei, es anarco-capitalista. Es decir, está en contra del Estado. Abajo el Estado, el que sea. En la práctica, sabiendo que es una posición demasiado extrema, admite que el Estado debe existir, pero solo para encargarse de la seguridad de los ciudadanos y de administrar justicia. Lo demás, no se toca. Planea una remodelación total del gobierno argentino, eliminando la mayor parte de la administración. Los políticos argentinos son parásitos, dice.
Pero la más radical de las medidas es la dolarización de Argentina, y el cierre del Banco Central.
Aquí están tratando de dolarizar desde que yo era niño. Pero para dolarizar hay que cobrar en dólares, y también PAGAR en dólares. Aquí, mezquinos hasta la miseria, nunca han entendido la segunda parte. Así que nunca ha funcionado, ni va a funcionar.
Milei sí piensa pagar en dólares. El asunto es que nadie sabe de dónde va a sacar los dólares, porque sustituir todo el dinero de un país, aunque sea a 1000 por 1 no es un chiste. Y lo de eliminar el Banco Central, como todo en esta vida, tiene su parte buena y su otra parte.
En fin, que puede salirle muy bien, o muy mal. Milei no es un hombre de medias tintas, pero ese problema no es mío. Los argentinos pueden votar y elegir a su presidente, cosa en la que nosotros tenemos muy poca práctica.
Mi tema es otro.
Milei es de extrema derecha, cayéndose para afuera del mapa. Su socio Bolsonaro lo llama para felicitarlo personalmente. Él y su hijo son los primeros invitados a la toma de posesión. Trump twitea que «Make Argentina Great Again».
Gustavo Petro, de Colombia, ensaya una lamentación por Argentina y la izquierda latinoamericana, a la espera de que otros se unan. Bukele lo retwitea y se burla abiertamente de él en las redes. Bukele tiene varias cárceles llenas de pandilleros en calzoncillos comiendo arroz blanco con boniato, y agua del tiempo. No es de derecha ni de izquierda, sino todo lo contrario, y de ahí no hay quien lo haga salir.
Lula no comete el mismo error de Petro, y felicita a Milei y a toda Argentina. En un Brasil post-Bolsonaro, sin Fidel y sin Chávez, recontra-electo por obra y gracia, hay que andar con pies de plomo.
En Chile, Boric lo felicita por el triunfo. Siendo un presidente muy de izquierda en un país muy de derecha, tiene muy poco por hacer, que no sea esperar a terminar su mandato sin fajarse con nadie, y desaparecer en la historia de Chile. Lo eligieron para hacer un cambio, pero cuando vieron los cambios que quería hacer, se lo pensaron mejor, y ahora ya no quieren que haga nada.
Cristina todavía no se ha pegado el tiro. De Cuba, Venezuela y Nicaragua, no he escuchado opiniones. De todas formas, Milei dijo -con bastante antelación-, que no les iba a hablar más a ninguno. Tampoco a China ni Rusia, pero eso es un poco más exagerado.
Detrás de Boric, viene derecha. Detrás de Lula, si viene otro, puede que venga derecha también. Detrás de Biden viene Trump. Detrás de Petro viene el desastre. Detrás de Maduro, viene María Corina Machado. Los demás países, cuando se habla del tema, embarajan. Nadie quiere saber más nada de estas movidas de derecha e izquierda. La gente quiere trabajar y ganar dinero. El gobierno de Cuba ha tenido que juntarse con Bielorusia y Kazajastán, y tratar de meterse -a la cañona-, en los proyectos de la Ruta de la Seda, a medio mundo de distancia.
¿Cómo viene el 2024? Malo malo.
¿Qué van a hacer Ellos para resistir aquí? No sé, pero puedo darles un consejo.
«Marcha, marcha, Varsovia, a la pelea sangrienta». Que te estás quedando sin izquierda en América Latina.

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