ARGENTINA IS NOT CRYING FOR YOU

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Jorge Luis García Fuentes

Hermosillo.- La victoria de Milei ha desatado una ola de histeria insufrible más allá de los dolientes naturales, la izquierda alérgica al liberalismo, provocando también reacciones operáticas de centro y centro-izquierda. Se vuelve norma el lamento apocalíptico por un país que, según esta postura, opta por salir de un extremo ideológico para abrazar el otro, no sólo catalogando de «facho» y «ultra-derecha» al presidente electo sino también a quienes osen celebrar su triunfo, o alegrarse por la próxima estampida de políticos corruptos bajo la Cruz del Sur. Ay no, Argentina, hastiada de los populistas peronistas/kirchneristas/neochavistas, en lugar de buscar un punto medio, razonable, de pronto enloquece y se va del lado Trump/Bolsonaro/Hitler…
Los mismos progres zurdocentristas que no sólo suelen dar el beneficio de la duda a los presidentes de izquierda electos democráticamente, a ver si salen buenos —porque es que la izquierda es buena por defecto, oigan, solo que a veces se corrompe, ay—, sino que se resisten a pronunciar siquiera el término «ultraizquierda», como si algo así no existiese (o fuese un malvado epíteto neonazi que las nobles bocas jamás pronuncian), ahora braman colgados de la cortina porque el pueblo argentino, ah, qué torpe, qué inmaduro, qué inculto, eligió a Javier Milei (el presunto conservador) por una diferencia de diez puntos sobre el candidato del kirchnerismo (el conservador de facto), en un timonazo demencial, oh, hacia la total destrucción del país.
Ah, bueno, es que Argentina no estaba totalmente destruida, se entiende, a la pandilla de Cristina le faltaba todavía un poquito más por desmantelar, por pulverizar y empobrecer, pero no le dieron el chance. Y si en vez de votar otra vez por este proyecto absurdo, se les ocurre buscar otra cosa, digamos, un tipo de ideas liberales, con teorías anti-estatistas, un anticomunista visceral, por Dios, qué desastre, qué brutos estos argentinos, ciegos, incapaces de hallar ese punto medio en el que un presidente moderado pueda hacerse la foto sonriente lo mismo con Georgia Meloni que con Nicolás Maduro.
Los mismos que le toleran al sistema castrista su misoginia, machismo y homofobia (ah, es que son de izquierda o algo así, nunca ultraizquierda, eso no existe ¿eh?), sacan las antorchas cuando Milei declara que puedes hacer con tu género lo que te dé la gana, pero que no se lo cargues al erario público, los mismos que aplauden cuando los gobernantes populistas de izquierda regalan dinero público a manos llenas, se tiran de los pelos cuando la derecha restringe las políticas paternalistas y favorece al libre comercio.
Vamos a ver, nadie sabe si Milei resultará una bendición o una maldición para la Argentina, su plataforma filosófica es discutible y en efecto, su imagen es más la de un científico loco que la de un salvador de la nación. Pero los argentinos lo eligieron presidente después de sopesar sus opciones al término de un (otro) período tenebroso de su historia y dos vueltas de urna. Si eso fue un brote de locura o una epifanía, o ninguna de las dos, ya se verá del próximo año en adelante. Un país libre votó ayer por el cambio, en libertad, y eso es bastante más de lo que puede hacer hoy la mitad de este bendito continente.