Por Jorge Sotero
La Habana.- Javier Milei ganó las elecciones en Argentina. El líder de La Libertad Avanza, un partido de ultraderecha, consiguió el 55.69 por ciento de los votos, y será el inquilino de la Casa Rosada desde el venidero 10 de diciembre. El candidato oficialista, Sergio Massa, apenas llegó al 44.30 por ciento de los votos contados hasta el momento.
Massa reconoció la victoria de Milei, un personaje controvertido por lo que dice y por cómo lo hace, aunque es de esas personas que defiende lo que piensa, que no va por ahí engañando a nadie, ni prometiendo algo que no hará. Es radical, de extrema derecha y no lo esconde ni lo disfraza.
Y en Cuba, se puede ver en las redes, muchos que se creen conocedores o analistas, comienzas a ofrecer sus juicios sobre lo que les espera a los argentinos, como si la situación en el país donde viven estuviera tan buena, y la llamada izquierda fuera tan noble y emprendedora, que sería una locura que un pueblo cansado, como el argentino, apoyara a un político de ultraderecha.
Los argentinos saben lo que hacen. Durante décadas apoyaron al peronismo y el país se hundió. Las variantes kirchneristas posteriores, con algunos gobiernos de derecha intercalados, como el de Mauricio Maccri, tampoco resolvieron nada, y el que fue en su día uno de los países más ricos del mundo -o el más rico-, deambula ahora con indicadores de pobreza que nadie sabe si alguna vez podrá superar.
El mundo necesita cambios. Los países están necesitados de movimientos y personas que remuevan los cimientos del Estado, que cambien, busquen opciones, tal como hizo en El Salvador Nayib Bukele para acabar con las maras, justo cuando toda la sociedad pensaba que no habría solución y que había que convivir para siempre con las mafias y los crímenes.
Milei intentará un cambio en Argentina. Le puede salir bien o mal. También le puede salir mal a los que votaron por él, pero son riesgos que corren los pueblos con la intención de mejorar, de cambiar esas rutinas que han convertido a países potencialmente ricos en lugares donde es imposible vivir. Si sale mal, en cuatro años podrán dar un carpetazo y volver a intentarlo.
El voto de los argentinos es soberano y respetable. Cada pueblo tiene el derecho de elegir a sus gobernantes, y luego disfrutar, o sufrir, por las acciones de los gobernantes que eligieron.
Donde sí no pasa eso es en Cuba. El mismo lugar desde donde se alzan voces para alertar sobre las consecuencias de elegir a un ultraderechista. En Cuba no pasa, porque en Cuba no se elige a nadie, y donde el que gobierna no tiene ni la más mínima idea de lo que es un país, ni de cómo sacarlo de la depauperación a donde lo han llevado 65 años de dictadura totalitaria.
Y tengo que pedir perdón, porque me referí al que gobierna, y en Cuba el que supuestamente tiene que regir el destino del país es un peón más, un pusilánime, un cobarde sometido a la voluntad de una familia, que controla todo cuanto pasa en la isla desde enero de 1959.
Cuba necesita un Milei, un Bukele, alguien que no tenga miedo de los cambios. Necesita un loco que apueste por cambiarlo todo. Un valiente que se quite de una vez por todas el pesado fardo del castrismo, que juzgue a los aprovechados y corruptos que medran desde el poder. Alguien que mande a retiro al 90 por ciento de la oficialidad de las Fuerzas Armadas y del ministerio del Interior.
Cuba clama por un soñador, por alguien que abra las puertas, de par en par, a la inversión extranjera, y a la cubana, y que impida que los tentáculos del castrismo sigan arrastrando a la ruina a una isla que fue un paraíso hace poco más de medio siglo.
Antes, Cuba necesita de un pueblo valiente, que obligue a unas elecciones de verdad.