Por Gretell Lobelle ()
Mantilla.- Me encantó este post de Jonathan (). Abunda ese compartir un criterio en redes, ponderar aquello que creemos legítimo y superior. Es increíble cómo el individuo siempre tiende a legitimar lo cercano al poder o una clase dominante.
En música como en cualquier arte, no hay género o tendencia menor. Ese es uno de los grandes problemas de ese campo disciplinar. Resultan los temas emergentes tabú total para la academia, que a su vez está en ruptura total con escenarios de consumo, apropiación simbólica, de las mayorías entiéndase lo urbano, lo popular.
Géneros que se desprecian, constituyen expresión social legítima, más allá que usted use la servilleta para agarrarla. Resulta como con los comemorrongas que legitiman lo «bueno» y cancelan «lo malo» la mayoría de las veces en lo personal tienen tan sucio el traspatio de su casa que enturbian y suman rayas a esta sociedad chea y subdesarrollada!
Usted no está obligado a aceptar, consumir uno u otro estilo. El gusto parte de una singularidad, desde lo personal hasta lo informado que usted está para entender, apreciar cualquier arte.
Lo que sí usted no puede cancelar, dilapidar lo diverso, lo que los simples mortales del pueblo profundo ponen, escuchan en su casa, en una fiesta, un fin de año. Cuando usted llena su barriga y escucha lo que para usted es música, ellos se pierden en lo descarnado, del reparto, por ejemplo.
Sus arreglos y composiciones, los de los impolutos, nunca acompañarán el hambre y la ausencia de un fin de año y eso tiene en lo cultural, en lo antropológico una justificación.
Aprecio mucho y disfruto lo clásico y lo contemporáneo. Creo que la música es el lenguaje del alma. Creo también que hay un XXI que nos superó en armonía, expresión, elipsis.
Por suerte las voces pulcras no son escuchadas en la generación que nos sucede. La juventud es hermosa y objetiva con su tiempo. La memoria como sustento de un pasado se encargará de lo trascendental, donde estará desde lo clásico hasta lo urbano con reparto y miseria.