Sin embargo, todos tenemos peculiaridades comunicativas diferentes: cuánto tiempo esperamos antes de intervenir en una conversación; si pensamos en voz alta o procesamos la información internamente; si tendemos a dominar las conversaciones o somos más de escuchar.
Estas cosas no son buenas ni malas, pero afectan a nuestra forma de conectar con los demás, según Sheila Heen, catedrática en la Facultad de Derecho de Harvard, especializada en relaciones sociales. Además, señala que estas características dependen en gran medida de nuestra personalidad, preferencias, cultura y dinámica de poder.
Por ejemplo, en un momento acalorado de discusión, cuando intentamos que nos entiendan, tendemos a tratar de explicar o repetir por qué tenemos razón. En este caso, “el mero hecho de prestar atención a estas diferencias puede ayudarnos a detectar las pequeñas fricciones antes de que se conviertan en un conflicto”, sostiene la investigadora.
Y es que, el silencio puede ser una herramienta poderosa porque permite a todos los participantes de la conversación procesar lo que está ocurriendo, tal y como explica Heen.
“El silencio nos permite intentar comprender lo que está ocurriendo en nuestro interior y en el de los demás”, y añade: “Esa pausa puede hacernos reflexionar: ¿Realmente quiero soltar lo primero que estoy pensando, o bien tomarme un minuto para considerar sus posibles consecuencias?”.
Por otro lado, cuando practicamos el silencio, estamos mejorando nuestra capacidad para escuchar. Muchas veces, las personas solo esperan su turno para hablar en lugar de realmente escuchar lo que la otra persona está diciendo. Pero según los expertos, al estar en silencio y escuchar atentamente, mostramos interés genuino en la otra persona, algo que fortalece la conexión.
A su vez, en numerosas ocasiones, los malentendidos en las relaciones ocurren debido a una comunicación insuficiente o incorrecta. El silencio puede ofrecer espacio para procesar la información y formular respuestas claras, lo que puede reducir los malentendidos.
Asimismo, en algunas situaciones, especialmente durante momentos de tristeza o dolor, estar en silencio con alguien puede proporcionar consuelo. Por eso, no todas las situaciones requieren palabras; a veces, simplemente estar presente en silencio puede transmitir apoyo y amor.
Por otra parte, tal y como se aplica por ejemplo en psicología, al estar callados y escuchar con atención, podemos ponernos en el lugar del otro y entender mejor sus sentimientos y perspectivas, que se entiende como un acto de empatía.
También en las relaciones con nuestros lazos más cercanos, compartir silencios puede ser una muestra de intimidad y confianza. En este sentido, no sentir la necesidad de llenar cada momento con palabras puede indicar una profunda conexión emocional.
El arte de escuchar
Goethe, dramaturgo alemán, decía que «Hablar es una necesidad y escuchar es un arte». Por su parte, el filósofo griego Zenón de Citio, que sentó los principios básicos del estoicismo, transmitía a sus discípulos que «La naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca, para enseñarnos que vale más escuchar que hablar».
Lo cierto es que hoy en día, en la sociedad occidental, se le da más protagonismo al acto de hablar que al de escuchar adecuadamente, según Alberto Álvarez Calero, profesor de la Universidad de Sevilla. Para el investigador, saber escuchar es fundamental: “La escucha sirve para enriquecerse a través de los demás, y para entrecruzar sentimientos, afectos, pensamientos, vivencias”, afirma.
Sin embargo, entiende que muchas personas asocian el silencio con la quietud o como una inacción a veces tensa. Entienden el silencio como un hueco que hay que rellenar y enfrentarse a él puede ser una experiencia incómoda, en palabras de Álvarez Calero.
Pero lo cierto es que un buen diálogo se fundamenta en el equilibrio entre el saber escuchar y el saber hablar, según el autor del libro ‘La importancia de la escucha y el silencio‘. “Las relaciones interpersonales están dictadas por la forma en que se utiliza el lenguaje”, señala.
En este sentido, considera que en el “verdadero y enriquecedor diálogo se intercambian pensamientos, actitudes, experiencias, razón por la cual es importante saber escuchar”.
Y aunque nos pueda abrumar el silencio, asegura que este es “el antídoto a la mente tan dispersa a la que la vida actual nos conduce. Vivir ante un exceso de datos hace que la mente se sature y que, por lo tanto, el silencio interior no exista”, sin embargo, este “nos puede proporcionar sosiego en la mente frente a un mundo disperso”, concluye.