Irán Capote ()
Ayer me dijo Dani, uno de los chicos del Taller de Actuación, que asistía a clases porque necesitaba luchar contra su timidez cotidiana. Dani vende cosas en una cafetería durante las noches y está todo el tiempo expuesto a un público diverso de consumidores. Su trabajo conlleva concentración, buena coordinación y mucha simpatía porque de su buen trato, de su buena proyección en el escenario donde vende los productos, depende ser preferido por los que vienen a comprar. Y Dani, es tímido. Puede que sus días estén llenos de contratiempos, de dificultades. Las mismas dificultades que vivimos todos en este país a esta hora. Puede que, todos los días, Dani no tenga las ganas , ni la alegría de ir a trabajar. Y tiene que hacerlo, tiene que trabajar y sonreír, aunque no tenga una motivación real y deba «inventar» una motivación, «creer» en ella e «interpretarla» en una función «teatral» de seis, ocho o doce horas.
«Yo pensé que querías ser actor», le dije. Y se quedó pasmado, como si nunca antes hubiera pensado en esa posibilidad.
Luego hice el comentario en el salón. Y para mí sorpresa, otro alumno dijo que asistía por lo mismo. Lo curioso es que ambos tienen muy buenas condiciones para dedicarse a la actuación.
Es muy pronto para hacer resúmenes de este Taller. Apenas cuatro encuentros. Y una matrícula de treinta talleristas… ¡30! De diversas profesiones, formaciones, creencias, ideologías. Alguna o ninguna experiencia en el teatro, siquiera como espectadores. Psicólogos; profesores universitarios; estudiantes; enfermeros; músicos; actores; realizadores de sonido; militares; trabajadores por cuenta propia; artistas del transformismo; especialistas en marketing; albañiles, etcétera.
Nadie sabe si mañana puedan convertirse en actores. Nadie sabe si entre estos cuerpos y estas energías esté el futuro de las tablas en Pinar de Río. Nadie sabe si está en sus voces el destino de un arte amenazado por el exilio que ya nos golpea bien fuerte.
El futuro del teatro sigue siendo incierto para los que decidimos crear desde esta esquina de la isla. Pero por ahora, por estos días en que sucede el Taller, una pequeña luz se advierte, una esperanza, al menos, de que el teatro sirva para conectar experiencias, para unir a treinta desconocidos en un solo abrazo.