NO HAY DOS BANDOS

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Por Eduardo González ()

Santa Clara.- Qué estúpidos somos los humanos. Qué ignorantes. Qué irresponsables. Cuando dos grupos, por las razones que sean, comienzan a matarse, enseguida nos solidarizamos con uno de los grupos. Y esa solidaridad con el bando preferido es tan letal como una bomba. Esa solidaridad civil ha sido, es y será por siempre la base de la guerra. Mientras se opta por un grupo, estamos aceptando que despedazarse es lo mejor, o lo justo, o lo inevitable.
Vean cuántos que apapacharon a los rusos, o a los ucranianos, esos que se deshicieron en razones y gritaron su posición en las redes sociales y en los noticieros, luego se van de vacaciones o comparten una foto de lo bien que se pasa en familia alrededor de una mesa buen servida. Se tomaron el derecho de opinar, porque opinar está de moda y todos tenemos derecho a decir lo que nos venga en gana. La realidad es que hasta las guerras tienen fecha de caducidad.

Ya a nadie le importa lo que ocurre en Ucrania. Incluso, si tenemos buen estómago y andamos mal de escrúpulos, podemos ver en primera fila como un dron deja caer bombas contra un grupo de seres humanos acostados al borde de un camino. Luego nos tomamos un café y hablamos de pelota o de lo bien que le va al sobrino en Miami o en Italia.

Esos que murieron son nada, un grupo ahí que no nos quita el sueño porque viven a tres mil kilómetros de distancia. Total, eso no nos va a pasar a nosotros, ¿verdad?
Además, siempre habrá otra guerra para darnos el lujo de parcializarnos y demostrar lo inteligente que somos en el tema de Medio Oriente. Y hacemos una marcha de solidaridad, y sacamos carteles, y regresamos sonriendo porque la marcha fue bonita.

Hay gente, incluso, que cuida de ponerse la ropa adecuada, el peinado adecuado y los zapatos adecuados para la marcha. Esa es nuestra misión, vernos bonitos en una marcha bonita. Que el mundo vea de que parte estamos. Mientras, allá lejos, la gente sigue muriendo.
Y seguirán muriendo porque Naciones Unidas no le importa a nadie. Nada han podido hacer con las Agendas de cambio climático, desarme nuclear y tráfico humano. Los programas contra el hambre han sido, son, y seguirán siendo un mal chiste de tipos con corbatas que se pretenden responsables y sabios. Si quisieran acabar con el hambre de algunas regiones de África y América Latina deberían dejar de ser los grandes animales de consumo que son y que tragan en un día lo que puede alimentar a un niño pobre por lo menos diez semanas.
Y nosotros, «juguetes del destino», nos conformamos con el único derecho que nos dejaron: elegir entre los bandos. ¿Quién prefieres que muera, un ruso o un Ucraniano? ¿Un niño palestino o un niño israelita? Cualquiera decisión que tomes será una decisión enfermiza.
Cuando alguien decide lanzar bombas es porque todo está jodido, porque ya no hay compromisos diplomáticos que se respeten, ni moral suficiente para reconocer públicamente que la guerra es un negocio asqueroso por más que se apele a justificaciones y discursos. Un negocio como Coca Cola o Mcdonald’s, solo que deja más dinero y algunos inocentes bocarriba.
Qué absurdo todo: prohíben la pornografía y nos pasan videos de la guerra. Quieren avergonzarnos por mirar cuerpos desnudos y las redes están plagadas de cuerpos destrozados. Lo otro: no bebas, no te drogues, no fumes, que te mueres. Solo es aceptable morir si te cae una bomba en la cabeza.
Yo estoy contra la guerra. Y estoy contra la guerra porque nunca son los que deciden hacerla los que mueren. Hay demasiadas pruebas sobre eso.

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