Por El Estado como tal
La Habana.- La Mesa Redonda del 10 de noviembre sobre finanzas y precios tuvo mejor estructura que otras presentaciones ministeriales en ese espacio. Dos breves observaciones: quedaron fuera aspectos cruciales de la relación déficit- inflación, y sigue sin explicarse el programa de estabilización.
Es problemática la noción de que pudiera alcanzarse un nivel adecuado de estabilidad macroeconómica en Cuba con déficits presupuestarios tan elevados en relación con el PIB. Aun excluyendo el año crítico de 2020, el déficit promedió 8,3 por ciento del PIB entre 2015 y 2022.
Usualmente, una recesión o un crecimiento económico muy bajo se asocia con aumentos del déficit fiscal porque los ingresos presupuestarios se reducen (menor captación) y los gastos aumentan (compensación del efecto negativo de la crisis en productores y consumidores).
Desde 2016 han coexistido en Cuba los bajos crecimientos anuales del PIB y elevados déficits presupuestarios. La “recuperación” de post-pandemia ha tenido crecimientos del PIB inferiores a los que cabría esperar y se mantienen déficits mayores al 11 por ciento del PIB.
La reducción del déficit por vía del crecimiento económico (mayor captación de ingresos presupuestarios) se enfrenta a la débil dinámica del PIB de Cuba. La última vez que se superó un aumento de 2,5 por ciento del PIB fue en 2015 y es poco factible esperar crecimientos altos a corto plazo.
Por el lado de los gastos, el muy alto peso relativo de la suma de gastos sociales (educación, salud y asistencia social, cultura y deportes, ciencia e innovación, servicios comunales, y seguridad social) deja poco margen para hacer recortes significativos.
El desglose de los gastos sociales en dos grandes grupos (partidas sociales) y seguridad social (pensiones) permite identificar la tendencia creciente desde 2017 del componente más estable (pensiones) y del componente más variable (partidas sociales) a partir de 2018.
El peso creciente de las pensiones en el gasto total del presupuesto pudiera reflejar una tendencia demográfica (envejecimiento poblacional) que es un problema “estructural” que eventualmente se agravaría y que no es propiamente un tema de política macroeconómica.
Si bien el alto peso relativo de los gastos sociales expresa el marcado carácter “social” del presupuesto, es también portador de un aspecto problemático porque incluye la posibilidad de reducir rápidamente gastos fiscales por la vía de comprimir salarios estatales y pensiones.
La “compresión” brutal de la remuneración de trabajadores iniciada con el “ordenamiento” parece estar funcionando como un instrumento crucial de la “estabilización macroeconómica” porque ofrece el mayor margen de maniobra antinflacionaria al gobierno.
En principio, cuando existe capacidad de respuesta de oferta, un déficit presupuestario elevado (como por ciento del PIB) pudiera contribuir a estimular el crecimiento, pero en Cuba hay dos problemas: insuficiente respuesta de oferta y declinante peso del gasto de gobierno en el PIB.
Existe en Cuba divergencia entre la tendencia del déficit presupuestario (incremento como por ciento del PIB) y la tendencia de los gastos del presupuesto (reducción como por ciento del PIB). La primera tendencia no funciona bien si la segunda indica una menor capacidad para “explicar” el PIB.
Con un peso declinante del gasto del gobierno en el PIB y con escasa capacidad de respuesta de oferta, un alto déficit fiscal no estimula el crecimiento económico sino inflación. Con precios crecientes y “compresión” salarial y de pensiones, el resultado es empobrecimiento masivo.