Por José Walter Mondelo
La Habana.- Hace hoy 173 años nació el gran Robert Louis Stevenson, narrador, poeta y ensayista escocés, uno de los escritores más célebres e influyentes del siglo XIX. Autor de Las nuevas noches árabes (1882), La isla del tesoro (1883), El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886), La flecha negra (1888) y Cuentos de los mares del Sur (1893). Gran viajero, recorrió Europa, Estados Unidos y las islas del Pacífico, hasta que su precaria salud lo llevó a establecerse en Samoa. Se convirtió en un ferviente defensor de los derechos de los samoanos y estos lo bautizaron como Tusitala («el que cuenta historias»). Murió de una hemorragia cerebral en diciembre de 1894. Los apenados samonanos rodearon su cuerpo sin vida y lo llevaron a hombros hasta el monte Vaea, donde fue enterrado en una sepultura con vistas al mar. El deseo de Stevenson fue que en su tumba se inscribiera como epitafio su poema ‘Requiem’ (1890):
Under the wide and starry sky
Dig the grave and let me lie:
Glad did I live and gladly die,
And I laid me down with a will.
This be the verse you ‘grave for me
Here he lies where he long’d to be;
Home is the sailor, home from the sea,
And the hunter home from the hill.
«Bajo el inmenso y estrellado cielo,
cavad mi tumba y dejadme yacer.
Alegre he vivido y alegre muero,
y con este ruego quiero descansar.
Sobre mi tumba escribid este verso:
‘Aquí yace donde anhelaba estar;
de vuelta del mar está el marinero,
y el cazador desde la colina, su hogar’.»
Aquí algunas de sus frases.
Odio al cinismo más que al diablo, a menos que ambos sean la misma cosa.
En tanto que seamos amados por otros, yo diría que somos casi indispensables, y mientras se tenga al menos un amigo, nadie es inútil.
Tú puedes dar sin amar, pero nunca puedes amar sin dar.
¿Crees que los perros no irán al cielo? Te digo, que ellos estarán ahí mucho antes que cualquiera de nosotros.
Lo importante no es llegar, sino ir.
El precio que tenemos que pagar por el dinero es la libertad.
La única fortuna que vale la pena hallar es una meta en la vida.
Nada nos asquea más que el canibalismo, pero damos la misma impresión a los Budistas y vegetarianos, pues nos alimentamos de bebés aunque no de los nuestros. Consumimos cadáveres de criaturas de apetitos, pasiones y órganos similares a los nuestros, y llenamos los mataderos diariamente con gritos de dolor y miedo.
Algo debo haber hecho mal o no sería tan famoso.
No hay deber que descuidemos tanto como el deber de ser felices. Al ser felices sembramos beneficios anónimamente por el mundo.
Todos somos viajeros en este mundo yermo, y lo mejor que podemos encontrar en nuestro recorrido es un amigo honesto.
La juventud es enteramente experimental.
El matrimonio es como la vida: un campo de batalla y no un lecho de rosas.
Las mentiras más crueles son las dichas en silencio.
La política es tal vez la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación.
Sexo: lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare.
La dedicación perpetua que un hombre le da a su negocio, debe ser mantenida con una negligencia perpetua hacia muchas otras cosas.
No juzgues el día por la cosecha que has recogido, sino por las semillas que has plantado.
Guárdate tus miedos, pero comparte tu valentía con otros.
La vanidad muere con dificultad. En algunos casos obstinados, sobrevive al hombre.
Hay sólo una diferencia entre una larga vida y una buena cena: en la cena, el postre llega al final.
Jóvenes o viejos, todos estamos en nuestro último crucero.
Un amigo es una imagen que tienes de ti mismo.
Yo no viajo para ir a alguna parte, sino por ir. Por el hecho de viajar. La cuestión es moverse.
Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir.
Ser lo que somos y convertirnos en los que somos capaces de ser, es la única finalidad de la vida.