A CUBA LE QUEDA UN CAMINO

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEA CUBA LE QUEDA UN CAMINO

Por Joel Fonte

La Habana.- Más de 400 mil cubanos -aproximadamente el cuatro por ciento de la población cubana-, han huido del país en los últimos dos años. Sólo en este último año, según coinciden diversas fuentes, más de 50 mil cubanos han llegado a los Estados Unidos a través de un parole humanitario.
El significado de esa cifra es enorme y trágico si se analiza, por ejemplo, que una provincia como Cienfuegos tiene una población similar a esa masa de cubanos que ha sido arrojada a una emigración forzada.
Mientras eso ocurre, en un país que tiene la sexta población penal más grande del orbe, y cientos de personas son imputados y sancionados cada año por ejercer el derecho a la protesta, al disenso -una parte importante de ellos tras las manifestaciones masivas del 11 de julio del 2021- el régimen castrista se empeña en cerrar el círculo de la represión, en aferrarse al poder, sin aplicar medidas efectivas para que el país salga de la más aguda crisis de las sistemáticas que vivimos los cubanos desde hace más de 60 años.
Y no puede esperarse más, porque la historia de la dictadura cubana es justamente eso: hundimiento económico y social, asfixia política, corrupción institucional, y la más amplia propaganda y manipulación puestas al servicio del sostén del Poder.
Así, mientras la esposa del «presidente» -que no es primera dama, pero vive como tal; del mismo modo que él es «presidente», pero no preside nada- ha viajado a unos 21 países colgando de su hombro bolsos de más de 17 mil dólares, los cubanos se enfrentan a la dura realidad de tener que sobrevivir con salarios de tres mil 400 pesos -entre 10 y 14 dólares al cambio informal, porque ni siquiera ese servicio presta el régimen- como promedio, en un país casi completamente dolarizado a causa de las políticas que deliberadamente ha impuesto el castrismo para hacer caer sobre las espaldas del pueblo las consecuencias de su incapacidad y su corrupción.
Los cubanos vemos desde nuestro presente sórdido como las necesidades más básicas para una existencia humana han pasado a ser sueños: no tenemos alimentos, ropas, calzado, medicinas ni servicios médicos de calidad, no contamos con servicio eléctrico o agua durante largas horas en un país donde la cocción de los alimentos es básicamente por medios eléctricos, no tenemos servicio de transporte público, no se vende combustible para vehículos, el sistema de educación está colapsado, la industria está en ruinas, la maltrecha agricultura apenas sobrevive gracias a productores privados porque la inversión en ella no es prioridad para el régimen, construir una vivienda es algo imposible para la inmensa mayoría de los cubanos…
Pero más aún, no tenemos ni siquiera la posibilidad de cobrar nuestros míseros salarios -una verdadera forma de esclavitud moderna- porque la banca castrista, quebrada y obsoleta, no tiene efectivo.
En un contexto así, frente al aniquilamiento lento y gradual de la vida de millones de hombres y mujeres, de ancianos y niños, de toda una nación, -exterminio que sólo beneficia a unos pocos miles a quienes no importamos sino como soporte de sus privilegios- es menester recordar que la rebelión frente a los abusos, frente a los atropellos, frente a los crímenes cometidos por los gobernantes, es un recurso último y lícito que le asiste a los pueblos contra aquellos.
Ese derecho está consagrado en múltiples instrumentos jurídicos internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Quienes, desde el Poder, y tomándolo como pedestal, desprecian el dolor y el sufrimiento de los pueblos, no merecen ser respetados ni obecedidos. Y quien lo hace, es cómplice del tirano.

Un hombre que no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado.
No más temor. No más dictadura en Cuba.

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