Por Ulises Toirac ()
La Habana.- Cada vez es más notorio la falta de interés en escucharnos. La Asamblea de Cineastas Cubanos ha recorrido un duro camino a partir de la crisis del documental 𝘓𝘢 𝘏𝘢𝘣𝘢𝘯𝘢 𝘥𝘦 𝘍𝘪𝘵𝘰, de Juan Vilar (un camino con precedentes anteriores de luchas por las necesidades del gremio que van desde la censura hasta la discapacidad de los organismos y funcionarios).
Es la primera vez que un grupo de artistas de una disciplina (con todas las especialidades que contiene) se ha visto precisada a organizarse de alguna manera para lograr una fuerza coherente y única… Y ni así. A pesar de promesas y mecanismos, en la concreta se evidencia la violencia y la sordera. Desde la persecusión física hasta la toma de decisiones totalmente erradas en medio del proceso.
Todo evidencia enfrentamiento, tácticas para dividir y anular, para desconocer. El Estado y el Gobierno está en todo su «derecho» de designar cargos para sus instituciones y trazar las líneas que determine. Pero ojo: todos los organismos e instituciones existen porque existen los artistas. Los méritos son los de los artistas, los premios los ganan los artistas, el prestigio lo alcanzan los artistas. No existen artistas gracias a la burocracia. Existe burocracia gracias a los artistas. Y palo va y palo viene. La intención clara. Entras o te excomulgo.
Sí. Así habrá menos méritos, menos premios, menos prestigio. Y los organismos quedarán finalmente (la paradoja de Chacumbele o para los que le gusta el snob 𝙏𝙝𝙚 𝘾𝙝𝙖𝙘𝙪𝙢𝙗𝙚𝙡𝙚’𝙨 𝙋𝙖𝙧𝙖𝙙𝙤𝙭) siendo la burocracia representativa de los que no se pudieron ir, de los que prefirieron callar, de los que no decidieron que vender pacotilla era más digno y rentable. Y alguien dirá, con toda la tranquilidad de su prepotencia, que los artistas somos unos fracasados porque no hacemos arte.