NORAH JONES

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Por Carlos Cabrera Pérez
Madrid.- La cantante tiene todo el derecho del mundo democrático a viajar a Cuba, donde los derechos ciudadanos están extinguidos por la Constitución.
Que Norah Jones vaya o no a Cuba, carece de influencia real en el destino de Birán, S. A., salvo las socorridas fotos de Machi y su guara y la alegría que se llevarán amantes de la buena música, especialmente los jóvenes, que tendrán un alivio en medio de la peste verde oliva que enferma a la sociedad cubana.
La polémica levatada en torno al anunciado viaje, confirma la anormalidad democrática que padece Cuba, que sigue arando con los bueyes de un partido único y una economía arruinada y saboteada por el Estado, el mismo que reclama respeto a la pluralidad de ideas y prácticas; mientras divide a los artistas entre buenos y malos, a partir de su complicidad manifiesta, su silencio vergonzante o su denuncia.
El exilio y la emigración cubanos tienen todo el derecho del mundo democrático a intentar impedir la visita, denunciando la tradición culturicida del castrismo, inalterable desde 1959 hasta la fecha.
Los cubanos que apoyan a la dictadura más vieja de Occidente, incluidos sus Agentes de influencia y gusañeros tienen todo el derecho del mundo democrático a hacer lobby a favor del viaje de la cantante y hasta rasgarse las vestiduras por defender los derechos de la artista estadounidense; mientras callan frente a los atropellos de La Habana, contra Luis Manuel Otero Alcántara, Maykel Osorbo, Alina Bárbara López y Jorge Fernández Era; y han desterrado a Tania Bruguera, Carolina Barrero y Yunior García, entre otros y mantienen a los cineastas asamblearios contra la pared.
Son los descendientes políticos de quienes implantaron la UMAP y jodieron a Lezama, Virgilio, Jorge Valls, Arenas, Padilla, Meme, Artecalle, a los creadores de Alicia en el pueblo de maravillas y Archipiélago; y excluyeron a Cabrera Infante del Diccionario de la Literatura Cubana, entre otras tropelías inútiles, como el cierre de cabarets y clubes nocturnos, dejando sin trabajo a muchos cantantes y bailarines.
El tardocastrismo ha conseguido silenciar a la intelectualidad cubana, que brilla por su ausencia, cuando la nación más necesita una ciudad letrada vigorosa y libre.
Un cocodrilo, por mucha moringa que coma, jamás se vuelve vegetariano y conserva su instinto depredador intacto, aunque se le mellen los dientes y suelte lagrimitas, cuando alguna figura aparece por la cárcel oscura con hambre de libertad, comida y Bicomplex, que también está en falta.
(Tomado del muro de Facebook de Carlos Cabrera Pérez)

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