Jorje Luis Veleta Mederos ()
Santa Clara.- Mi padre dijo: «no tomes nunca en la boca el nombre de tu país en vano.»
Mi madre dijo: «no mientas nunca en nombre del país.» Mi abuela quiso decir alguna cosa pero bajó los ojos y le encendió una vela al mismo Dios de sus noventa años.
Desde entonces, he visto cruzar el nombre del país por todos los inviernos y fue un trazo de mugre en la mejilla de Europa. Me han tocado en la piel sus nacimientos, sus concupiscencias. Y he visto decir país como el atisbo de una palabrota, y me lo fui bebiendo pecho adentro con amargos buchitos hasta que fue costumbre. Lo cierto es que no juré nunca en nombre del país y he sido fiel, junto con Dios, al nombre de mi abuela.
Ahora digo país y junto, peso a peso, la escapada para que mis hijos, no yo, se puedan tatuar la huida al antebrazo. He vuelto a decir país cuando se ardía Matanzas.
Dije país cuando la tempestad rompió Viñales. Dije país llorando el Saratoga. Dije país a oscuras, país a plazos fijos.
País de mi corazón, país aguanta el golpe. Dije país, país, país…y se ha quedado sordo el pobrecito como si le cupiera en la barriga del acéfalo. Nunca he tomado el nombre de mi país en vano: tengo las cicatrices.
Así que cuando me juzguen tiren a matar.