Por Gretell Lobelle
Mantilla.- Un hombre solicita un libro al descuido. Este era de los pocos usuarios que tienen el cuidado de incluir en una solicitud, edición o el prólogo específico de un título. Una que tiene oficio y sentido agudizado, sabe deparar en una actitud cuidadosa en la lectura.
Vestía impecable. Siempre con camisa colores pastel y era suficiente para hacerse notar entre todos. Ambos estábamos entrando a esos treinta años donde ya se empieza a beber la vida con mejores sabores.
Nos pasamos un mes en aquello. Mi gusto particular por la literatura inglesa comenzó por esos días. Cada tarde me traía una rosa roja y de vez en cuanto un poema hecho por él . Aquello trasmutó en acompañarme a la parada para esperar mi guagua. Terminaba tardísimo y aquel era un gesto amable.
Entendí que un divorcio doloroso llevaba un intento importante de rotación y acepté.
Alquiló uno de eso apartamento que tres horas eran 5 cuc y toda la noche 10. Había elegido cualquier intento lejos de casa y de mi hija. Dejé pasar demasiado en la vida por miedo, hoy no hay arrepentimiento. La vida es lo que es, ni más ni menos.
Llegué con la infinita disposición del cuerpo, más que del espíritu. Tenía mis temores porque entre tanta rosa, poemas y ausencia de malas palabras en sus intenciones más calientes en la Avenida de Puerto algo me olía raro. No confío en los personas que en ciertos momentos no se le escape al menos una bendita, alguna bendita vulgaridad
Besaba bien, muy bien. El beso tiene el camino justo para empezar una buena historia… Se desnudó y me hizo observar cada ademán al retirarse la ropa. Nunca dejó de mirarme. Creo que disfrutaba mi rubor. Hasta hoy me delata el sonrojo y es algo que el tiempo no se ha llevado.
Luego me desnudó con la paciencia de un hombre que goza las ceremonias, o la transformación? El acto de despojar al otro de todas sus máscaras hasta dejarlo esencialmente en su propia naturaleza. Yo a los treinta no tenía ni rastros en el cuerpo de un embarazo.
A esta altura era pura aguas y sin vestigios de divorcio. Vino un beso largo de los que te arrancan tu voluntad y la ponen a disposición del mundo y esa mirada…
Me respiro al oído y supe en ese instante que los caminos son escrutables. El morbo en el tono de su voz…
-¡Ponte mi ropa!