EL FINAL DE LAS COSAS

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Por Gretell Lobelle

Mantilla.- Hay dos cosas que distinguen muy concretamente a un pueblo y es la manera cómo tratan el final de las cosas y a los propios seres humanos, me decía mi padrastro, alguien de quien aprendí mucho.

No podría hoy repetir aquella conversación porque se me diluye en el tiempo. Sé que hablamos de filosofía oriental y la manera de ver el final de las cosas. Esa conversación caló en mi totalmente. Entendí la mirada y el significado de ello. Entendí ciertas esencias simples pero que contenían significados vitales.

Algo recurrente en cada ciudad que visito, cultura e identidad (no han sido muchas) es apreciar la manera en que tratan a sus muertos y sus desechos.

Con los años, he asentado la idea y el sentido de aquella conversación como principios éticos y morales que define el espíritu de un pueblo: estar en el final de una existencia o función y ver el comportamiento del individuo ante ello.

No voy a hablar de Cuba, los párrafos que preceden apuntan a la idea de lo que creo estÁ siendo desde lo cívico, identitario y humano esta nación y su pueblo en ese sentido.

Hay una responsabilidad sistémica total que no se describe en carencias tangibles sino en el descojonamiento del alma de un país. También está la reponsabilidad individual, la pobreza humana y de espíritu en la que se ha convertido y caracteriza hoy a este pueblo. Es un hecho más allá de lo que a usted le pueda gustar o no.

No me importa el marasmo culpable. Mucho tiempo, mejores vientos y mejores hombres tendrán que pasar para sanar la abulia que es un cáncer terminal de esta sociedad.

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