Por Jesús Hernández Villapol.
West Palm Beach.- Hace algún tiempo me referí en un artículo a los fans como una especie de homenaje a esas personas que con pasión rinden culto a deportistas o artistas fundamentalmente, en muchas ocasiones tras horas de espera bajo sol o sereno, solo en busca de un autógrafo o una foto.
Pero en esta ocasión me quiero referir al fanatismo, que en muchas ocasiones tiende a ser nocivo.
Porque hay diferencia entre ser un fan y un portador de fanatismo a ultranza, algo que se ha hecho muy evidente con la revolución de las redes sociales, un maravilloso avance tecnológico, que sin embargo, me duele reconocerlo, en muchas ocasiones saca el lado oscuro de las personas.
Este aspecto es extensivo para temas deportivos, políticos, artísticos y religiosos, fundamentalmente. No me excluyo, todos debemos tener cuidado, porque no hay un concepto, artista, deportista, equipo o un político que sea 100 por ciento bueno o a la inversa.
La tendencia está en el irrespeto a todo lo que no consideramos es nuestro punto de vista. La vida no es en blanco y negro, tiene muchos matices, por lo que es prudente respetar al que disiente de nuestro parecer.
Disentir es un derecho del ser humano, de ahí que en cualquier lugar del mundo se debe respetar la visión de los que piensan diferente, ya sea en Cuba, Venezuela, Israel o Estados Unidos.
Cuando nos detenemos en el campo de la política es penosa la dicotomía extrema. En escasos momentos, para no ser absolutos, escuchamos decir algo positivo de un oponente político, por lo general son considerados totalmente negativos.
No podemos estar ajenos a la política, pero es una realidad que está envuelta en intereses y falsedades.
El fanatismo político logra fragmentar familias, distanciar amigos y sobrevalorar personajes, dioses con piernas de barro que nos utilizan en función de lograr poder.
En un mundo cada día con mayor nivel de desarrollo, con tecnologías que avanzan constantemente y con medios de difusión que nos acercan sin importar áreas geográficas, es inaceptable la intolerancia y el poco respeto al criterio ajeno.
Es muy delicado emitir un juicio de países y culturas con las que no hemos convivido, hasta en eso debemos ser respetuosos. El avance tecnológico nos brinda información de toda índole, pero no es justo opinar con fanatismo, sin la adecuada información.
En el deporte pasa algo similar, el fanatismo lleva a no apreciar los méritos del rival, sin entender que mientras mejor sea el oponente, mayor mérito tendrán los logros conquistados por el equipo de nuestra preferencia.
¿Por qué es tan difícil entender que la humildad y el respeto nos hacen más fuertes y creíbles? La violencia que desata el deporte, sobre todo el fútbol, no tiene otra respuesta que el fanatismo desmedido.
Y en el controvertido tema religioso, no olvidar que el respeto al derecho ajeno es la paz, el no compartir religiones no nos hace mejores o peores.
Gustarme el rock o el jazz no me convierte en superior o inferior al que disfruta de una sinfonía o una ópera. La tolerancia, el situarnos en la perspectiva del otro, nos hará mejores personas e irradiará respeto y coexistencia.