Por Arturo Mesa ()
Atlanta.- Ustedes dirán que la tengo cogida con el hombre, pero les aseguro que no es con el hombre, sino con lo que el hombre representa en materia de cambios que beneficien al país.
Circulan ya noticias de una entrevista que sostuvo el presidente en los Estados Unidos con el medio La Nación. No la encontré en español, pero hice el trabajo en inglés.
El postulador de toda la justicia posible sigue mal enfocado, igual que la economía nacional y la política hacia lo interno.
Las preguntas del medio fueron nobles, digamos que sanas, por lo que supongo se escogió bien al entrevistador y las respuestas también fueron muy medidas… empero…
¡¡El presidente mencionó la palabra bloqueo en veinte (20) ocasiones!! Eso no se le escapa a un lingüista. Y si estuviesen compaginadas con otros ideas, va y lo acepto, pero no.
El presidente no mencionó la palabra plan ni una sola vez, ni la palabra empleos, ni la palabra esperanza. Las tres claves de la política interna de cualquier país. Por ellas, cualquiera que pretenda el altísimo honor de servir a un país (normal) puede ganar o perder la oportunidad de hacerlo.
Mencionar bloqueo 20 veces en una entrevista es el motivo por el cual se han ido ya 20 veces más personas que las que se han ido en ciclos parecidos. Dicen las cifras oficiales que cerca de medio millón (tengo estadísticas publicadas del lado del monstruo por si la clariada se lanza).
La ausencia de plan en su discurso nos dice la estrategia de su equipo de trabajo: ninguna, o la estrategia del “prueba y vete a ver”.
El presidente no puede hablar de creación de empleos, de bajar las cifras de inflación, de precios al consumidor, ni siquiera de creación de esperanzas, ni siquiera es capaz de pedir a los cientos de miles que se quieren ir que se queden a trabajar (¿en qué?; si no hay plan).
El término gobierno supone el mandato sobre un grupo con el único fin de mejoras notables. ¿Podemos hablar de mejoras cuando el sueño del joven es irse? Cuando el derecho a tener una opinión –incluso cuando se trata de ideas- es marginado por el miedo. Cuando el mejor salario que el sistema puede dar garantiza una semana de alimentos a contrabando porque quien habló de justicia no respeta sus propias reglas y desampara a quien solo depende del sudor de su frente.
Es válido también dimitir, pero no, dicen que es rendirse. No, no lo es. Lo que sí es, es la eterna justificación y la garantía de mantener sus puestos con sus beneficios, justamente los que no tienen los demás. Cuántas veces se preocupan ellos por lo que van a cocinar esa noche?
Dimitir es solo aceptar que no hay un plan y que en el próximo ciclo se irán veinte veces más personas que en este… así hasta que el sueño de una sociedad superior en materia de bienestar para todos quede enterrado por y para siempre.
En ajedrez rendirse es honrar al que fue mejor; nadie se deja dar jaque mate, son neuronas y esfuerzo que se ahorran cuando ya no hay esperanzas. No se trata de invasión, se trata de una opción. Dimitir es abrir el camino a que llegue un plan, una idea, un socialismo creíble o una economía que funcione y le apueste a las masas en su definición de fuerza trabajadora y contribuyente.
Añade el señor en su autoconvencimiento que el socialismo es el garante de toda la justicia posible y yo le digo que sí, que lo traiga y nos acabe de quitar el capitalismo de estado este en el que estamos viviendo. Yo soñé con aviones, presidente, igual que Silvio, pero ¿sabes qué?, para poder comer y no defraudar a los míos, hoy tengo que dar pedales y no les voy a decir que había frío, que las calles estaban resbalosas ni que me desperté con ganas de ellos. Tan solo que tengo un plan.