Ernesto Díaz
Santiago de Chile: República Dominicana lo volvió a hacer. Como mismo sucedió en Lima, los de Quisqueya dejaron al campo a la escuadra cubana por la discusión del quinto lugar de los Juegos Panamericanos. Lo que parecía iba a ser un buen torneo por parte de la tropa de Armando Jhonson, terminó igualando la peor actuación de un elenco antillano en estas lides.
Muchos amantes de las bolas y los strikes se han hecho eco del descalabro y casi todos concuerdan con la dimisión de los directivos de la pelota en Cuba. Por mi cabeza eso no pasa. Simplemente es nuestro nivel y aunque nos dirija Bobby Cox, vamos a seguir haciendo papelazos por donde pasemos.
Deberíamos estar adaptados a estos fracasos. Cuba es un fracaso, desde su presidente hasta el último eslabón de los dirigentes. Nada sirve. Ni la salud, ni la educación, ni el béisbol. Todo se fue abajo y ahora damos pena. Había que ver a los dominicanos celebrando la victoria en el medio del Parque Bicentenario. Parecían que ganaron una medalla olímpica y solo alcanzaron un quinto lugar. Meritorio, por cierto.
Probablemente los muchachos de la tierra del merengue solo juegan pelota los fines de semana y les dijeron: hay un torneo en Chile, ¿quieren participar? Agarraron un avión y hoy le ganaron a quien fuera una potencia en este deporte.
El béisbol antillano prolonga su luto. Se nos fueron los Linares, Pachecos, Kindelanes y no pudimos sustituirlos ni por jugosos contratos en Japón. Debemos vivir de la historia, de un Barcelona 92 o de un Winnipeg 99. Es lo que va quedando. Ya no hay calificativos para este desastre, lamentablemente.
Vamos a olvidarnos del mal manejo de pitcheo, de las fallas de los abridores, de la pobre ofensiva, de la mala defensa. Dejemos eso a un lado. Arranquémonos esa rabia que llevamos por dentro y dejemos el béisbol a un lado. Nos ha traído muchos sufrimientos y ya tenemos bastantes desgracias encima como para estar cogiendo lucha con algo que no sirve.
El país se murió hace rato. Y con él se fue la pelota, ese orgullo nacional.