Jaime Lara
Santiago de Chile.- No me da pena decir que soy Uber. Al contrario, siento un orgullo inmenso. Antes de manejar por las calles de Santiago, fregué platos en una pizzería y trabajé en un vertedero de basura. Pasé de escribir en un medio oficialista de la dictadura a luchar la vida dignamente en el mismísimo fin del mundo.
Y aquí estoy ahora mismo, parado en la calle Morandé con Agustinas, pleno centro de la capital chilena, al lado de la Moneda, el lugar donde se toman todas las decisiones del país.
Suena la aplicación y el nombre sale como “Cubanito”. Acepté la carrera y fui a recogerlo. Efectivamente, era un deportista de la delegación cubana.
Cuando se montó, ni los buenos días dio. Y yo empecé el viaje sin mirarle a la cara. A un mal educado, otro mal educado.
“Necesito ir a un lugar donde estén los productos baratos. Quiero comprar cosas para revender en Cuba”, soltó de primera.
-“Discúlpame el atrevimiento, pero no entiendo cómo un deportista puede estar preocupado por llevar misceláneas a Cuba en medio de una competencia”, le dije.
“Si te soy sincero, no me interesa este evento. Pasé el año entrenando duro para poder salir del país y llegar de vuelta con algunas boberías para mi familia. Cuba está de pinga, asere. Hay una necesidad terrible. ¿Tú crees que pueda pensar en una medalla cuando mi hijo no tiene zapatos para ir a la escuela y mi refrigerador solo tiene pomos de agua?”
-“No es fácil, caballo. Qué duro”. ¿Con cuánta plata viniste?”
“Esa es la otra. Nos dieron una dieta de 170 euros y bajanda. Menos mal que compré tres cajas de tabacos y, al menos, ya vendí un mazo a 100 dólares, a un mexicano”.
-“¿No tuviste problemas en sacar los habanos de Cuba?
“Ni me digas nada. Cuando estaba casi a punto de montar el avión, me llamaron para chequear en la Aduana y casi pierdo el vuelo porque no podía llevar esa cantidad. La suerte es que soy deportista y solo me quitaron las cajas y dejaron los tabacos. Son unos singa´os”.
-“Este es el lugar donde dice la aplicación que debo dejarte”. ¿Quieres que vaya contigo y te ayude a comprar?
-“Te lo agradecería, mi hermano. Necesito calzoncillos, medias, blúmer, licras, pintura de uñas, felpas para el pelo, pantalones, vestidos, desodorantes, pasta de dientes, íntimas. Allá no hay nada y quiero sacarle dinero a este viaje, además de ayudar a los míos”. Por cierto, si te enteras de quien quiera comprar el módulo deportivo completo, me avisas. Voy a vender hasta el cinto si es preciso. Todo”.
«Mira, mira, ese que tú ves allí es Leurys Pupo, un tipo que es campeón olímpico y anda comprando televisores para llevarse. Cuando vienes a ver, son para revender. Si ese salvaje, que es una gloria de Cuba, anda en eso, ¿tú crees que a mí me va a dar pena andar meroliqueando aquí?
-Tienes toda la razón. Ven acá, ¿qué deportes practicas y cómo te llamas?
“Eso no es importante ahora. Además, después de estos Juegos tengo una competencia en los Estados Unidos y me voy a quedar. Ahora con el tema de la tecnología, cualquiera te puede embarcar ¿Me entiendes?.”
-“¿Estás desconfiando de mí?”
“No es eso, pero no quiero exponerme. Cuando se vive en dictadura, es mejor estar por debajo del telón”. Mira a Mijaín López, le metió un galletazo a un cubano y enseguida salió en las redes”.
-“Pero eso es algo muy diferente. Fue un abuso por parte de Mijaín. Tú no estás haciendo nada malo”.
“Imagínate, cuando estás comprometido con la dictadura, haces cualquier cosa. Por mí pueden gritar hasta Díaz-Canel Singa´o que yo no me meto en nada de eso. Al contrario, me alegro cuando veo un cubano expresarse con libertad”.
-“Ojalá y puedas resolver todo y que te vaya bien con tus proyectos. Pensé que eras un mal tipo y cambié de opinión en tres minutos. Sigue luchando, hermano, principalmente por ser libre. Por cierto, ¿a cuánto vas a vender el módulo completo y los tabacos que te quedan?
Si me dan 200 dólares, posiblemente me vendo hasta yo mismo”.
-“¿Y la competencia?
“Eso queda en un tercer plano. No me interesa el resultado. Total”.
