Por Fernando Clavero
La Habana.- En Santiago de Chile el béisbol cubano se hunde cada vez más. Se hunde tanto que el organismo que controla el deporte en Cuba ha decidido darle bombo y platillo al béisbol cinco, un eufemismo de eso que siempre llamamos cuatro esquinas y que para muchos -entre ellos este redactor- no es más que un juego para entretener a chicos.
No me voy a imaginar nunca a los Yankees de Nueva York, los Dodgers o los Astros con franquicias de cuatro esquinas, pero cuando alguien se está ahogando, se agarra a cualquier cosa, y eso es lo que pasa con el movimiento deportivo cubano, y con quienes dirigen la actividad del músculo en Cuba, que va en barreno hacia abajo, y los Juegos Panamericanos que se juegan en Santiago de Chile son apenas una muestra más.
El béisbol, el deporte nacional por excelencia, no está exento de la caída. El equipo nacional pierde con cualquiera, así literalmente. Y no son derrotas ocasionales, sino continuas, una tras otra, en cada evento en los que participa. En el Clásico Mundial de marzo pasado tuvieron un respiro, más fruto de la suerte que a veces acompaña a los deportistas que de otras cosas. Allí, Cuba se coló en el grupo de semifinalistas, aunque algunos aún nos estemos preguntando cómo pudo ser.
En el país ya no se juega béisbol. No hay implementos ni campos. Tampoco entrenadores. Un partido de la Serie Nacional, que hace tres décadas abarrotaba cualquier estadio, apenas llena las incipientes y maltrechas gradas del campo de Madruga o el de Báguanos.
Los niños se ilusionan con el fútbol. Se enfrascan en piquetes detrás de una pelota con camisetas de Messi o Cristiano Ronaldo y sueñan con jugar alguna vez en el Real Madrid, el Barcelona o el PSG. Ya nadie quiere ser como Muñoz, ni como El Duque o Padilla. A esos no los recuerdan.
Y tampoco quieren ser como Yordan Álvarez, Adolis García, Pito Abreu, Randy Arozarena o Aroldis Champan porque no los conocen. No saben nuestros niños quiénes son esos salvajes que ponen en alto el nombre de Cuba, porque nacieron en la isla y se hicieron grandes en el mejor béisbol del mundo.
Ahora mismo, la mayoría de los equipos envueltos en las series de campeonato de las Grandes Ligas tenían jugadores cubanos, o con ascendencia en la isla caribeña. No hablo de jugadores cualquiera, sino de estrellas con peso en la alineación y los resultados.
Yordan Álvarez estuvo enorme. No se le podía lanzar y ahora mismo es uno de los mejores bateadores de las Grandes Ligas, por delante incluso de David Ortiz, el miembro del Salón de la Fama, con quien siempre se le compara. Para mí, si la salud lo acompaña, el tunero dejará unos números impresionantes.
Abreu se recuperó del mal arranque de temporada y terminó a todo tren, y Adolis García fue la sensación de los Rangers hasta ahora. En los dos últimos juegos ante los Astros, los que marcaron el pase a la Serie Mundial, remolcó nueve carreras y bateó tres jonrones. Y eso se lo pierden los cubanos. Aunque no todos, porque siempre hay un grupo que está atento a todo, que se las arregla para, por cualquier vía, ver al menos los resúmenes de los partidos.
Pero a los niños, aquellos a los cuales es necesario inculcarles esas cosas desde pequeños, reciben otras influencias: las del comandante barbudo, la del otro que murió con la estrella en la frente, la de un tercero que vino en el Granma o no sé que más. Todo es política, y si usted duda, revise los planes de estudio desde que los niños están en preescolar. Solo le hablan de héroes y revolución, en vez de hacerlo del béisbol, algo tan integrado a nuestras tradiciones y que ha sacado a miles de la pobreza en República Dominicana, por ejemplo.
En Brasil, dicen, no hay más héroes que Pelé, Garrincha, Zico, Ronaldinho y Ronaldo. Ojalá Cuba también tuviera esos héroes y pudiera pasearlos con orgullo por todas partes. Pero algunos de los héroes deportivos cubanos se mueren en la miseria en Cuba. Otro grupo, el que le hace el juego al gobierno, está en Santiago de Chile y se dedica, desde las gradas, a golpear al que aparezca con una bandera pidiendo libertad para su pueblo.
Los otros están en Estados Unidos, luciendo lo que aprendieron en Cuba en el mejor béisbol del mundo. Así funciona: mientras cuatro personas acuden a un estadio de séptima categoría en Santiago de Chile para ver perder a la selección nacional, unos colosos nacidos en Cuba ponen en alto la cubanía en el mejor escenario posible: las Grandes Ligas.
El gobierno cubano mató el béisbol, pero los cubanos se niegan a dejarlo morir. Así pasa con todo.