¡AZÚCAR AMARGA…!

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFE¡AZÚCAR AMARGA...!
Por Renay Chinea (Especial para El Vigía de Cuba))
Barcelona.- Hacia 1886, se establecieron en Media Luna, un pequeño poblado muy cerca del río de Yara, en el Oriente de Cuba, tres hermanos escoceses: los Beattie Brooks: Arthur, Thomas y Richard.
   Pronto, fundaron un ingenio azucarero y lo nombraron “Isabel B” —por Isabel Brooks, madre de los chicos y esposa de Richard Hudson Beattie, Cónsul de Gran Bretaña en Santiago de Cuba desde 1880—.
    El Isabel B, fue el primer escalón de la Compañía azucarera “Vicana Sugar Company” que consolidarían más tarde como un sólido Emporio Naviero,  Minero y por supuesto azucarero-ganadero.
   Aunque era un ingenio pequeño –ocupaba el puesto 142 en cuanto a volumen de producción, unas 160 mil arrobas diarias— era de alta productividad.
  Richard, el mayor de los hermanos, había nacido en 1857 y tenía estudios de agronomía, botánica, una exquisita educación y una inquebrantable audacia para los negocios.
   Pronto apartó un banco  experimental de semillas para dedicarse a la investigación sobre la caña, el gusano de seda, la piña y el henequén, recién introducido en la isla.
   Mi abuelo inmigrante, Juan Chinea, se hizo colono del Central San Francisco, que era muy similar al Isabel B por aquellos años y como en muchísimos hogares cubanos, en su casita de la calle Maltiempo, al fondo, junto al molino de viento, tenía sembrado un plantón de cañas que una tarde, me llevó a conocer mi padre.
   Richard Beattie, creó cuatro canteros y plantó 80 plantas de cañas obtenidas de la combinación de las variedades POJ 28-78 y la Santa Cruz 4-12, en los terrenos que se ubican detrás de la Logia de “Los Caballeros de la Luz”.
   Los mejores ejemplares se obtuvieron en los canteros 3 y 4  con las plantas 18 y 17 respectivamente. Así surgieron las variedades Media Luna 3-18 y Media Luna 4-17, en enero de 1930.
   La primera de estas resultó ser una caña de excepcional rendimiento que en ocasiones alcanzó alrededor de 150 mil arrobas por caballería. Toda Cuba se llenó de “Media Luna 3-18” y llegó a ser la segunda variedad más extendida en el país. Pero lo que resulta de mayor importancia es que esta fue la primera variedad de caña de azúcar sembrada en Cuba que había sido obtenida en el país. La primera variedad auténticamente cubana.
  Nadie me ha explicado por qué los grupos de FB, están llenos de argentinos. Que gente para ser —digamos que— elocuentes. Yo frecuento uno bastante serio sobre los huertos y cultivos; un lugar donde aparecen datos sobre plagas de las plantas, remedios, trucos para fertilizar… y allí se apareció Yoel: “Hola, soy Cubano, alguien me puede decir cómo hacer para conseguir una planta de Romero? Puede ser a través de  semillas o solo se reproduce de esquejes?”
   Mi padre, solo nos llevaba al pueblo cuando estábamos enfermos y no bastaban los cocimientos de cogollos de Almácigo, de Anón o Marilope. Esa tarde, después del médico me llevó al Barbero, mientras él me esperaba en el bar de la esquina del parque, —estoy seguro— con su doble de Coronilla Blanco. Y luego, me llevo a visitar a su padre, El Abuelo.
   Al atravesar el salón de mosaicos hermosos y techos altos, me enseñó una fotografía que estuvo largos años presidiendo el salón. Era El Abuelo, recién llegado de Canarias con una sonrisa pícara y la raya al medio. Ahora están mal vistos los que se hacen la raya al medio.
   —Es cosa de mariquitas— me apresuró mi padre.
   “Parece un hombrecito”. Era la frase que se repetía entonces cada vez que un niño se bajaba del sillón del Barbero. Mi abuelo tiene cara de niño con su hermosa raya al medio en esa foto. Es un niño y un anciano de 90 y tantos hablándome al mismo tiempo. Bajito, pelo blanco y dientes gastados como pequeñas perlas.
   —Ya ahorita eres un hombrecito… ven que te voy a buscar un buen remedio —Dijo mientras íbamos los tres al patio a buscar unas hojas de Ruda.
  —Déjenmelo a mi —me dije mientras intentaba liberar a Yoel de la chanza de los argentinos.
   —Pero andá al vivero, boludo… —le decían. Le escribí en privado: yo también soy cubano… ya te mando unas semillas de Romero cuando pueda.
   Pero yo me detuve delante de las cañas. Eran enormes, saludables y tenían un tono blanquecino. Su jugo es exquisito y su cáscara muy blanda!
   —¿Te gustan…? Sabes por qué son tan ricas…? -Me preguntó El Abuelo mientras sacudía un ramito de hierba que había recogido mi padre.
  A Richard Beattie ya le decían Don Ricardo en el pueblo de Media Luna. Se casó con Caridad Hernández, una joven viuda de un General, prócer de la Guerra de Independencia, a los 44 años, y tuvo una hija: María Magdalena. Con el tiempo, era el encargado de todos los negocios del Emporio familiar.
   El Domingo 2 de diciembre de 1956 ya los Beatties iban por la 4ta generación. Al frente de la Oficina Central en Media Luna, la esposa de Gonzalo Núñez Beattie, hijo de María Magdalena, responde al teléfono. Es el Capataz de Belic, una finca ganadera de Cabo Cruz, para anunciar que había visto desembarcar un yate, por playa de Las Coloradas, con un grupo de 82 hombres armados. ¡Sin saberlo, víctima y verdugo se miran a la cara con inocencia!
  El Isabel B, fue confiscado. Su primera molienda fue en 1887 y la última en 1959.
   Ayer llegó mi hermano de La Habana. Me trajo un arsenal de semillas que me manda Yoel, un Cubanazo noble y amante de los huertos. Unos cangres de yuca, unas semillas de Calabaza China, habichuela de a metro, calabaza pescuezúa… y varios canutos de caña.
   Richard Beattie murió en Media Luna a los 81 años. Su nieto Gonzalo, que estaba frente a los negocios cuando el desembarco del Granma en el 56, tenía un Odontólogo en el Isabel B. Su hija se llamaba Celia Sánchez Manduley. Huyó a Miami con lo puesto, y luego a Venezuela donde les he perdido el rastro.
  —¿Sabes por que son tan ricas estas cañas? —me repite el abuelo ante mi timidez. Y las observo ahora en mi mano, enviadas por Yoel. Han pasado 44 años de aquella tarde. La última zafra de mi abuelo fue también en el 59, pero no pudo huir. Su colonia fue confiscada. El  San Francisco, que había pertenecido a Marta Abreu, la mujer más grande de la Historia de Cuba, fue confiscado.
   —Porque son Media Luna… las únicas que ahora puedo sembrar… —me dijo, enseñándome otra vez sus dientecitos gastados. Mañana las pongo a germinar… —le dije a Yoel.

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