Por Jorge Sotero
La Habana.- El ministro de Justicia de Bélgica, Vincent Van Quickenborne, renunció este viernes porque se considera responsable del atentado que provocó dos muertes el lunes pasado, durante el partido entre la selección de fútbol local y la de Suecia en el estadio Rey Balduino.
Quickenborne se considera responsable por no haber extraditado a Túnez al tunecino Abdesalem Lassoued, sospechoso de terrorismo en su país de origen, desde donde habían enviado una solicitud de repatriación el 15 de agosto de 2022.
Era lo menos que podía hacer el ministro de Justicia, y es lo que se le exige en estos casos a los responsables de determinaciones que cuestan vidas. Sin embargo, no siempre ocurre así, porque hay sitios en los cuales mueren decenas de personas cada año por motivos que pudieron ser evitados y nadie renuncia, ni nadie paga.
Mientras Van Quickenborne dice que «es un error individual, monumental e inaceptable que ha tenido consecuencias dramáticas», cuando el siniestro del Hotel Saratoga, en La Habana, nadie renunció, tal vez porque el presidente, 20 minutos después, ya había asegurado, sin investigación alguna, que había sido un accidente.
La palabra accidente lo limpia todo en Cuba. Y lo del Saratoga no fue accidental, sino consecuencia lógica de las violaciones continuas de las medidas de seguridad, por las cuales alguien debió responder, incluso renunciar el ministro implicado, o los implicados.
Lo mismo sucedió en Matanzas. Accidental fue que el rayo cayera sobre uno de los tanques de la Terminal de Supertanqueros. Todo lo demás fue fruto de las violaciones de todas las medidas de seguridad en el lugar. Incluso, las muertes de los bomberos pueden considerarse provocadas, y tampoco nadie pagó, ni nadie renunció. Otra vez fue un accidente y ahí quedó todo.
Cuando el accidente del avión arrendado por Cubana, en mayo de 2018, no hubo culpables, a pesar de que la aeronave tenía limitaciones para volar a varios países, pero en Cuba nadie se preguntó por qué y fueron a por ella, por motivos que aún desconocemos. Nadie fue condenado por los más de 100 muertos, y nadie renunció.
Tampoco abdica nadie por las decenas de muertos de cada mes en accidentes de tránsito evitables: mal estado de los vehículos, huecos enormes en las calles, pésima señalización. La culpa la tiene el bloqueo, y con eso se limpian todos y los dirigentes, ministros y jefes de estos se lavan las manos y la cara unos a otros.
La renuncia del ministro belga es un ejemplo de cómo actúa un país que se respeta, un gobierno en el que todas las vidas humanas importan y en el que los culpables tienen que pagar, aunque sea con sus cargos por los errores cometidos.
En Cuba los que dirigen son infalibles, y además de no renunciar, aunque su gestión sea pésima, tampoco se les puede criticar, porque hacerlo puede ser considerado como un delito y el que lo haga hasta podría ir preso por trabajar para un gobierno enemigo, que todos sabemos cuál es.
Así anda el mundo. Por eso la pequeña Bélgica es uno de los países de mejor nivel de vida del mundo, y Cuba uno que muere lentamente en manos de gobernantes ineptos.