Por Esteban Fernández Roig Jr. ()
Miami.- Todo en Miami me gusta: el clima, las deliciosas comidas cubanas en cada esquina, el cubaneo, la vegetación, la lluvia tropical, y hasta las lagartijas que se asoman a mi puerta.
Al principio que costó un poquito de trabajo aceptar sonriente el tráfico miamense. Vaya, porque he escuchado más los sonidos de los claxon en dos años en Miami que en los 55 que pasé en Los Ángeles. Pero, ya le voy cogiendo “el tumbao” y hasta he pitado un par de veces.
Allá en L.A. creía que “los malos y lentos choferes, eran los chinos”, aquí he llegado a la conclusión de que el mal chofer soy yo, porque no puedo creer que los millones de veloces y audaces conductores que me rodean sean los que conducen como locos.
Aquí he aprendido que al ser el primero en parar ante una luz roja no debo dejar de observar el semáforo, porque si ponen la luz verde un segundo después los que están atrás comienzan a pitarme. Benditos sean porque van urgentemente a aplacar las llamas y salvar vidas humanas.
Sí, ya no me pongo bravo porque me han explicado que se trata de “un grupo de bomberos apurados por apagar un fuego”, y he comprendido que el “Cuerpo de bomberos de Miami” cuenta con millones de miembros.
No extraño a los policías de tráfico en California, quienes andan escondidos detrás de los arbustos y malezas, agazapados, esperando para ponernos una multa.
Ahora en el Expressway veo pasar a tres autos corriendo a 140 millas (más rápido que el argentino Juan Manuel Fangio) y me siento contento pensando que la gloriosa “Florida Highway Patrol” los ignora porque están ocupándose de combatir el crimen organizado.
Y si tuviera algunas dudas al respecto, entro a una tienda, veo a una señora con un niñito y lo escucho decir: “Abuelita, chica, apúrate, llévame al Floridita a comerme una media noche, una papa rellena, dos croquetas y bajarlas con una Materva bien fría…»
Ahí -escuchando esas bellísimas palabras del cubanito- me olvido de los geniales choferes miamenses, aceptó sin reparos que el paragüero soy yo, una vez más emulo a Liván Hernández y grito:” ¡I love you Miami!”
De lejos escucho decir a la anciana de Hialeah: “C’mon, Periquito, okay, let go, mejor vamos a La Carreta de La 8”…