HÉCTOR GUTIÉRREZ, EL GALLO DE CATALINA

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Por Juan Carlos García Guridi
San José.- Cuba es un país pródigo en grandes repentistas, y Mayabeque, junto a Matanzas y Pinar del Río, sin lugar a dudas se roban la arrancada… Entre tantos poetas inmensos, Héctor Gutiérrez Jiménez (Güines, 1977),  ocupa un lugar de privilegio. Bautizado por el locutor Andrés Alfonso como «El Gallo de Catalina», Hectico se caracterizó desde temprano por su precosidad y carisma, y hoy es en mi opinión, uno de los poetas más completos de nuestro universo repentístico. Acreedor de una décima en apariencia sencilla pero con toda la carga lírica y conceptual de un poeta maduro, su rapidez, histrionismo, versatilidad, dicción y buen decir, lo hacen merecedor del cariño y el aplauso de todos. En su total dominio de la escena, esperado siempre; e inconforme con el micrófono y el escenario, se atreve además, a la aventura del romance y el soneto:
Le  lustré los zapatos a mi viejo
salvando la distancia y el camino.
cómo pago las huellas de un destino
que me hizo tener paso ante el espejo?
El brillo no me pudo disparejo
salir, porque mi faro peregrino
me barre sombras con el remolino
que endereza jorobas de reflejo.
Cuídame Dios las botas del viajero:
impulsos iniciales del sendero
que curó mis rodillas de gatear,
que si el polvo otra vez en las punteras
canta en «sucio» sus coplas altaneras
volveré con betunes a su hogar.
julio, 29, 2023.
El anterior soneto, es una pruebas fehaciente de su talento ilimitado y constante afán de superación. Héctor Gutiérrez, es de los no muchos poetas que conozco que improvisan una estrofa y se pueden vaciar en la página vacía con la solvencia y la dignidad de lo escrito. No creo tampoco, que haya muchos que lo superen en estabilidad, frescura y en esa capacidad que le es inherente a la hora de abordar cualquier temática; siendo uno de esos escasos repentistas que en el peor de sus días puede resultar aplastante. Para concluir, les comparto unas décimas suyas, que si bien fueron concebidas «a vuelo de táctil» para la radio, no difieren en nada de las que es capaz de construir «in situ»:
Llueve,  hay bulla de cristales
sobre el silencio del llano;
se observa la intrusa mano
del cielo en los maniguales,
Gárgaras de manantiales
hacen algunas cunetas
y los patos sin aletas
van con su traje de plumas
a cosquillear las espumas
del vidrio de las pocetas.
El verde carga temblores
líquidos de nube rota
Llueve, rumbo al sol se nota
un camino de colores.
En arqueados resplandores
la vista vuela, disfruta.
Y el gris que pierde la ruta
sobre el silencio mojado
se escurre sobre un recado
de cáscara en cada fruta.
Fatiga en el hormiguero
porque la tierra mojada
pesa de nubes en cada
esquina del aguacero.
Repetición de gotero
«la canal», el tanque llena.
Y el perro que cuando truena
tiembla como en un atraco
en el cuadrante de un saco
le sirve al sueño la cena.
Con este esbozo, comienzo un ciclo crítico-promocional relacionado con nuestros poetas improvisadores, y saldo una deuda que me tengo con un repentista «top», y amigo bueno.

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