LA QUIMBUMBIA

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Por Esteban Fernandez Roig Junior ()
Miami.- La quimbumbia era mi ‘deporte’ favorito, el que sustituyó por cuatro años al béisbol. Me encantaba la quimbumbia.
No necesitaba  guantes , ni pelotas, ni bates, ni patines . Mis padres no tenían que gastar un solo centavo… Solamente necesitaba un palo de una escoba vieja desechada por mi madre. Me robaba las vetustas escobas, las acechaba, se las  llevaba al carnicero, al lado de mi casa y le decía: “Quinito, por favor, hazme una quimbumbia”. Él respondía: “Deja el palo ahí, cuando me desocupe te la hago”…
Como siempre, desde niño, he sido muy culillento, cada 15 minutos pasaba por la carnicería preguntando: “¿Ya está, Joaquín?”
Agarraba la quimbumbia y me iba corriendo al parquecito Martí… Allí jugaba con quienes encontrara: blanquitos, negritos, mulaticos, riquillos y pobrecitos. Todos unidos alrededor de una quimbumbia”…
Créanme que del año 53 al 57 las dos palabras que más yo grité fueron: “¿Doy? Dale”. A veces mi madre me despertaba asustada diciéndome: “Despiértate, Estebita, tienes una pesadilla, estás gritando doy- dale”…
De pronto, se apareció en mi barrio un personaje de fama internacional, un genial oculista llamado Gustavo Alamilla; visitaba a la familia Nuñez: Mahelia, Ena, Olivia, Helio. Al final se casó con Olivia.
Un día me vio jugando, y muy serio, al otro día tocó a la puerta de mi casa, y lo escuché por 15 minutos hablando con mis padres. Textualmente les decía:
“Yo soy oftalmólogo (nunca había escuchado esa palabra) durante mi carrera, con tristeza,  he tenido muchos niños de pacientes que hoy son irreversiblemente tuertos producto de ese juego”…
Horrorizados mis padres lo escuchaban; ese día se acabó la quimbumbia para mí…
Me puse muy bravo con el  especialista, pero hoy en día  pienso: ¡Dios bendiga al Dr. Gustavo Alamilla, quizás me salvó la vista!

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