Oscar Durán
La Habana.- Rodolfo Falcón acaba de recibir un auto de regalo por parte de la dictadura, 27 años después de obtener medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. Vamos a pensar que es un carro de reposición, que Falcón ya tenía, al menos, un Poslky o un Lada 2105. El mejor nadador de la historia de un país recogiendo un artefacto, probablemente, dado de baja por el turismo y con miles de kilómetros recogidos. Ojalá me equivoque y sea nuevo, de cero kilómetro.
En total fueron 17 glorias deportivas a quienes el Instituto Nacional de Educación Física y Recreación (INDER) premió con un automóvil. Aquí destacan los boxeadores Alfredo Duvergel y Jesús Sollet, el judoca Yordanis Arencibia, la clavadista Lourdes Milagros, el pelotero Germán Mesa, la basquetbolista Marielena Jiménez, entre otros. Todos ellos deben estar contentos por el obsequio y agradecidos con la Revolución, cuando debe ser todo lo contrario. La Revolución es quien debe estar agradecida con ellos por darle tantas alegrías al pueblo y sacar la cara por Cuba en distintas partes del mundo.
“Se ha reconocido el mérito deportivo, su integralidad, conducta política y social, y su participación en las actividades del sistemas deportivo cubano, dijo José Cedeño, director general de Educación Física y Deporte para Todos.
Si nos dejamos llevar por estas palabras, para un campeón del mundo llegar a tener un carro, en primer lugar, deben pasar como 20 años para que el gobierno evalúe su posición política y dé el visto bueno. No es que vas a coger una medalla en un evento internacional y, bajándote del avión, tienes un Peugeot 301 esperando por ti. De eso nada, mi socio.
Entonces me surge la duda. Manuel Vega, el único campeón olímpico de la provincia Granma, aún no tiene 20 años de haber ganado la presea dorada en Atenas 2004. ¿Le habrán dado un carrito? ¿Usted qué cree? De entrada, debemos averiguar si la Pistola Vega está en Cuba todavía.
No quiero adelantarme a los acontecimientos, pero cuando esas glorias deportivas que hoy tienen su auto se vean mal económicamente, van a vender el artefacto como que dos más dos es cuatro. Conozco médicos, marineros y otros profesionales que no les quedó de otra y pusieron en venta sus automóviles porque no tenían un solo peso.
Y como en este país la pirámide está invertida, quien solo puede comprar un carro es el vendedor de dólares, el que le roba al Estado desde su centro de trabajo, o un cuenta propia con un negocio estable.
Por último, y sin menospreciar a esas glorias, hay muchos cubanos merecedores de un automóvil por parte del Gobierno y no tienen ni una bicicleta de bambú. Que la dictadura no se sienta orgullosa por ese gesto a los deportistas, porque solo calzó una pata de la mesa. Las otras tres están en espera hace 65 años.