Por Joel Fonte
La Habana.- ¿EL Castrismo en el consejo de derechos humanos de la ONU?: cómplices de asesinos hubo y habrá en todas las épocas.
Cuando Adolf Hitler llegó al Poder en 1933, en Alemania, no venía vestido de oveja. Su discurso era no solo antisemita, sino expansionista, de un nacionalismo agresivo. Hitler fue el catalizador de toda la frustración y resentimiento de buena parte del pueblo alemán tras la derrota en la primera guerra mundial.
Entonces, cuando unos años después acrecentó su retórica guerrerista, de odio, casi todas las corrientes políticas lo apoyaron, o al menos callaron, entre ellos la social democracia y los partidos socialistas, y esos silencios y complicidades lo alentaron a desatar sus conquistas europeas, sus carnicerías, su sed de despojos, comenzando por la vencida Austria.
Y el mundo entero siguió callando, permaneció en un inmovilismo criminal. Lo hizo el Reino Unido, lo hizo Francia, países que luego fueron ocupados, uno, y agredido, el otro, por el propio huracanado dictador alemán.
Pero el mayor cómplice fue el propio Stalinismo, que en virtud del pacto conocido como Molotov-Ribbentrop, llegó a un acuerdo de No-Agresion con Hitler, que ocultaba un protocolo secreto que dividía entre ambas potencias sus conquistas en Europa del Este.
Fue el comunismo entonces el más activo propiciador de la gestación de la segunda guerra mundial, que provocaría 50 millones de muertes.
La humanidad en muchos de sus momentos más oscuros ha vuelto el rostro hacia otro lado cuando se cometen atrocidades, genocidios, y ello ha sido bajo el liderazgo de figuras reaccionarias…
Los ejemplos son infinitos.
Entonces, lo que pasa hoy es eso: el mundo occidental al que pertenecemos, ha asumido mayoritariamente una actitud de denuncia -aunque por momentos parece resquebrajarse- contra la agresión brutal y genocida del gobierno ruso contra la débil Ucrania; los mismos líderes mundiales, también generalizadamente, cierran filas contra la reciente agresión terrorista al pueblo israelí.
Sin embargo, esos mismos líderes guardan en su gran mayoría un silencio cómplice, criminal, frente a las sistemáticas violaciones de los derechos humanos en Cuba, donde no solo se han arrancado todas las libertades políticas al pueblo por más de seis décadas, sino que se le extermina y somete a un verdadero holocausto, privándonos de las necesidades más básicas, como los alimentos, los servicios de salud, los medicamentos, transporte, el derecho al agua, a la electricidad…
Esa complicidad delictiva ha tenido en 60 años momentos de mayor degradación, y ahora mismo asistimos a una de ellas: el régimen Castrista ha sido reelegido miembro del Consejo de Derechos Humanos, mecanismo de la Organización de las Naciones Unidas que tiene la función de velar por el cumplimiento por sus Estados miembros de los derechos humanos en todo el orbe.
Es el secuestrador, el verdugo, el fiscal a su vez de los derechos de las víctimas.
Eso no es ironía, ni sarcasmo; es delincuencia y crímen llevado al ejercicio de la política más infame.
Las causas de ese actuar son múltiples, pero por sobre todas ellas gravita el concepto que destacamos al comienzo: los pueblos están representados en esas organizaciones internacionales por líderes cómplices del crímen, que no representan en muchos casos los más altos principios y fines de la sociedad global.
Frente a esa certeza, nos ratificamos los cubanos nuestro compromiso con alcanzar la Libertad que nadie nos traerá; depende de nosotros.
Un hombre que no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado.
Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.
