CIENCIA FICCIÓN EN LA TERMINAL

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Por Gretell Lobelle ()
La Habana.- Tengo más viajes en estos dos últimos años que cualquier piloto de cubana. Yo no sé cuál es el santo de los viajes pero debería ponerme uno intercontinental, vaya por ser una fiel disciplinada de lo nacional.
Decidí irme por la terminal porque los particulares ya piden casi un equivalente al precio del riñón y siendo una mujer que trabaja por amor al arte, ya tengo que buscar alternativas dolorosas en confort.
Llego a la terminal una hora antes. Si no saben, ahora las terminales de ómnibus interprovinciales le han dado por creerse el José Martí. Hay muchas personas dentro chequeando y la señora de la puerta me dice que tengo que esperar. Parece que mi cara de asombro la pone alerta y apunta que es porque están sacando los primeros vuelos. Ay, perdón viajeros, que trauma el mío con los aires.
Espero en el portal unos 20 minutos. Madre del verbo hermoso!, esto es peor que una cola en Copa. ¿Copa aún existe no? Hago mi cola, entre calor e incomodidad. Saco mi reserva de la APK y me dice: solo identificación. Uy de pronto pensé que me iba a pedir el pasaporte. Chequeo sin líos y me dice que despache los maletines. ¿Ehhh?
Vuelvo a la cola para despachar maletines. Una tablilla me indica el pago por pesos. Yo que voy con dos chores , un vestido, unos aguacates, una mano de plátano de fruta del patio y un mazo de habichuelas para Laura: no paso de los 10 kg, así que nada que pagar.
A todas estas el empingue sube una rayita por tanta espera. Mi maletín no tiene candado, qué me voy a imaginar que esto está a nivel de José Martí. Me digo, ‘Gretel, ¿qué te podrán coger, un aguacate? Pido perdón al universo por ser malpensá.
El señor que despacha o fleta, o como se diga, ya me está cayendo mal. Habla con todo el mundo. Cuando me toca mi turno, me dice: ‘sus documentos, jovencita’. Ayssssss! Le doy las gracias por lo de jovencita y me suelta: -todas las mujeres son jóvenes y si su esposo no aprecia su belleza, no la merece. ¿Usted sabe que su apellido es asturiano? Ay! Este hombre me ha cambiado la tarde. Sube la autoestima, es correcto y además tiene conocimiento de heráldica castellana…
Entro al salón. Voy por la zona de la cafetería. Me decidí por un café y pregunto si lo venden cortadito: -aquí yo tengo de to-. Contesta.
Vaya trigueña pa que no te hagas más la del cortado. Me saca una taza de esas que ya no hay pero todas las abuelas tienen y a mí no me queda más que celebrar sus taza: -una taza como usted se merece-, me dice cuando me da el café. (Caballero jestoes Cuba?)
Y aquí estoy incrédula con tanto buen trato, esperando que salga mi guagua. Asustá y mirando pa los lados,  pellizcándome a cada rato y mientras escribo, mordiéndome la lengua pa no echarle mal de ojo al viaje…

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