CASO CAMISITA

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Por Iran Capote ()

Pinar del Río.- Contadas veces me pongo ropa que no sea de color negro. Contadísimas. Son trucos que usamos los gorditos para afinar. Aunque debo confesar que he desarrollado cierto rechazo a vestirme con otro color. Es que, cada vez que lo intento ¡me pasa cada cosa!

Hoy, por ejemplo, no estaba para lo mismo de todos los días. Hoy yo estaba para otra vibra. Encontré esta camisa y me la puse sin pensarlo mucho. Me puse de lo más contento, porque como tiene bolsillos, podría echar ahí algunas cosas y dejar la mochila en la casa. Y pa´ afuera, pa´ la calle.

La verdad, la verdad, cinco minutos después ya ni recordaba que andaba vestido diferente a mi outfit de todos los días. Hay mucho en lo que pensar ahora mismo en este país como para estar en una mecánica de esas.

Bueno, el caso es que de pronto me ocurre algo rarísimo. Cuando me acerqué a la casa de una vecina que vende cigarros criollos al menudeo, me reparó de arriba-abajo y no me quiso atender. Me preguntó que si yo estaba loco, que ella nunca en su vida ha vendido nada por «la izquierda «. Y me cerró la puerta en la cara. Seguí mi ruta, llegué a la placita a ver si algo había caído en los cajones de las viandas. Había plátanos machos. Marqué en la cola.

Una señora, bastante entrada en años, me señalaba con la boquita puesta así como un culo de gallina y decía entre dientes: «por culpa de esas camisitas, aquí no hay más que plátanos machos». Yo, sin entender el porqué, llegué a la conclusión de que me confundía con otra persona. Quizás era una loca. Pero de pronto todos me miraban y me apuntaban con la boquita puesta así como un culo de gallina. Y murmuraban lo mismo: «tan descarado», y «tiene la panza igualita».

Yo de verdad, que me sentí súper incómodo. Di el último en la cola y me fui como «bola por tronera». Me fui sin plátanos machos y sin entender por qué motivo todos querían culparme de algo… ¿ Qué relación podía existir entre mi camisa y el producto interno bruto?

Por toda la calle la historia no dejó de repetirse. Cuando pasaban por mi lado, la gente, con la boquita como un culo de gallina, murmuraba cosas al estilo: » ¡Tan fresco!», «con la cara esa», «falta de respeto» y cosas así…

Saludé a un par de amigos y no me reconocieron. O se hicieron los de la vista gorda. Llamé a mi madre por videollamada y levantó, me vio, colgó y nunca más volvió a levantar la llamada. Creo que hasta me bloqueó. Un carro de turismo por poco me atropella. Un perro se me tiró a la canilla y si no llega a ser porque el dueño lo jalaba y corría para dentro de su casa, ahora estaría cojo. Al pasar por los bajos de mi edificio, alguien me tiró un cubo de agua. No había nadie asomado en los balcones. Sí escuché cuando alguien gritó: Eh, tú, «camisita», ponme la corriente, anda!!!!

No entendía, no entendía. Me pellizqué por si se trataba de una pesadilla.

Llegué a la casa empapado, con la camisa hecha un desastre.

Fue un día súper extraño.

Puesto y convidado quedé. Todo lo que no sea ropa negra me va a traer mala suerte. ¡Es un hecho!

Bueno, a lo que iba. Mañana voy a regalar esta camisa. Interesados al privado.

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