Por Anette Espinosa
La Habana.- El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), que está en Madrid y no en La Habana, hizo público un informe hace unas horas que pone a pensar a cualquiera que le interese la situación en el país, sobre todo cuando analizamos los datos relacionados con el índice de pobreza, que alcanza cifras espeluznantes, ya no preocupantes.
El informe tiene infinidad de datos, pero a mi hay uno que me deja atónita: el que hace referencia a los ingresos por hogar, lo cual deja claro que, atendiendo a este indicador, solo poco más del dos por ciento de la población de la isla escapa a los índices de pobreza. Es decir, el dinero que entra a los hogares del país solo le da para vivir a dos de cada 100 personas.
Si usted tiene dudas, mire en su entorno. Si eres de Miramar o vives cerca de 5ta avenida, o por La Coronela, entre algunos de esos repartos residenciales, puede que no lo notes, pero si resides en Cumanayagua, Jaruco, Bartolomé Massó, o Luyanó, te darás cuenta enseguida. Saca la cuenta de cuántas personas en tu cuadra vive bien, y cuando digo vivir bien me refiero únicamente a tener las comidas garantizadas, los zapatos de los hijos, una casa digna. No más.
Si entramos a otros indicadores, como transporte, vacaciones en algún buen lugar, atención de salud, medicamentos incluso, escuelas buenas para los hijos, donde les ofrezcan un almuerzo decente y docencia de calidad, estoy seguro de que ese dos por ciento puede convertirse en un uno por ciento, o en menos.
Es así, literalmente. No creamos que el hijo del policía corrupto, que se deja sobornar un día sí y otro también, vive bien. Tal vez el padre tenga un poco de carne en el refrigerador, frijoles para meses o una reserva de aceite. Puede incluso que el hijo del agente lleve un buen almuerzo a la escuela o una merienda, o que use tenis Nike, comprados con las “búsquedas” de su padre, pero ese pasa el mismo trabajo que otros cuando de un médico se trata, o de un medicamento, porque los policías, los de la seguridad del Estado y los miles de chivatos que hay en Cuba, no pertenecen a la élite, no viven cómo ese dos por ciento.
También hay otro dato espeluznante: el 88 por ciento de los cubanos vive por debajo del umbral de la pobreza. La referida cifra, que ya era alta anteriormente, subió 11 puntos en el último año, para colocar a Cuba entre los países más pobres del mundo, aunque eso es lo quieren quienes gobiernan al país, como repite una y otra vez el designado presidente.
Si un gobierno le pide a su pueblo que piense como país pobre y le dice que así es como está bien, sumido en la más absoluta miseria, sin poder decidir, incluso, el pan o los huevos que va a comer, ese régimen no resolverá jamás los problemas del país. Unos gobernantes que solo saben reunirse y visitar lugares para exhibir sus monumentales barrigas, no ayudarán jamás al resto de la población a salir de la miseria y la indigencia.
Ahora mismo, en América solo hay un país más pobre que Cuba. Por coincidencia, es Haití, que hace un par de siglos fue uno de los más prósperos de la región, pero los gobiernos que tuvo tras su independencia de Francia, terminaron por convertirlo en una extensión de la África más empobrecida en pleno Caribe. Los Henry Cristophe, los Desalines y Duvaliers terminaron por depauperar a Haití.
La familia Castro y toda la cohorte de vividores que liban de las mieles del poder, que se dan vida de millonarios, han acabado con Cuba, un país cuya economía estuvo a la vanguardia del continente hace más de medio siglo, y que ahora es una vergüenza.
Los gobernantes cubanos -los Castros y sus acólitos- viven mejor que los millonarios del mundo, porque esos cuyas cuentas tienen miles de millones en cualquier país de por ahí, tienen que pagar impuestos y responder ante la justicia cuando se equivocan, aunque solo sea por infringir las leyes de tránsito. Y los de Cuba son infalibles, no se equivocan, tienen el sistema judicial subordinado, diseñado para cuidarlos.
En esa situación, es normal que los índices de pobreza en Cuba sean alarmantes, y si tienen dudas, miren este dato: internacionalmente se toman 1.9 dólares por personas en cada hogar, diariamente, como patrón para medir el límite entre la pobreza y una vida digna. Eso significaría que una familia de cuatro personas debería contar con 228 dólares mensuales, y si ponemos el dólar a 200 pesos, estaríamos hablando de 45 mil 600 pesos cubanos.
Fíjense que solo hablo del dólar a 200. Y recuerden que cualquier producto se vende en Cuba cinco, seis y hasta 10 veces más caro de lo que se hace en cualquier lugar del mundo, entre ellos los de primera necesidad, incluido el aceite, las carnes, los granos.
El informe es público y cualquiera lo puede consultar en la página de la OCDH. Yo no quiero abrumarlos con números, no solo porque van contra todo eso que nos enseñaron en la escuela de periodismo, sino porque cada uno de mis lectores conoce al dedillo la situación cubana. Unos, los dolidos, la sufren todo el tiempo. Y otros, los que gobiernan, tienen conocimiento, porque ellos son los culpables.
Lo peor de todo es que esos indicadores de pobreza continuarán creciendo aunque parezca imposible, mientras la comunidad internacional se tapa los ojos y los oídos, y la civilizada Europa, Estados Unidos, la ONU y hasta el papa Francisco se vanaglorian de su amistad y sus buenas relaciones con la cúpula que gobierna la isla.