Por Mkc Cerralvo
Santa Clara.- Pienso en esto, y parto de mis experiencias vividas desde hace muchos años, por allá por los 90, cuando, tratando de sobrevivir, en pleno período especial, se permitieron los negocios particulares a una escala mínima.
Y desde allá, hasta el día de hoy, la historia la veo igual. Los negocios particulares son “necesarios” y “molestos” a la vez. Es lo que he podido ver, porque se permiten, se exhortan, se motivan, y luego se tratan de estrangular.
La economía cubana siempre está en crisis, y como nunca puede resolver sus problemas, recurre a otras alternativas como al privado, para que la saque de apuros. Así comienza el juego de ajedrez, donde el que quiere invertir en algún negocio, por pequeño que sea se dispone a jugar.
Llamaré a esta persona: El Empresario.
Primero trata de aterrizar su sueño de empresario. Luego examina el terreno, o el campo de batallas. Después calcula el capital y lo que necesita para comenzar. Hace el papeleo, trámites y lo que lleve y ahí está, ¡Abriendo su negocio al mundo…!!! Digamos que (e4).
La contraparte, o sea, el órgano del trabajo, planificación económica, la ONAT… y demás instituciones que responden al “Estado” le toman el reto… (e5) y Llamaré a esta parte:
El Contrincante
Así comienza la partida, y el Empresario, que tiene que trabajar bastante, romperse la cabeza inventando, buscando materias primas, haciendo de administrador, económico, estibador, custodio y de todo a la vez para contratar el mínimo personal, poder ser más eficiente y ganar más… con el tiempo, y si todo sale como calculó, entonces empieza a ver los frutos de su trabajo.
Digamos que comienza a desarrollar las piezas, saca los caballos y alfiles, y gana terreno en el tablero.
Entonces el Contrincante al ver que el Negociante comienza a ganarle terreno, y puede hacerle daño, manda su primer ataque. No importa que esté jugando con las negras, como el tablero es de él, se toma la libertad de jugar las veces que quiera, aunque le vuele el turno a las blancas. Su primer ataque es con los Inspectores.
El Empresario se defiende como puede, no considera justo que lo midan a él con una regla como si todo fuera perfecto y a las empresas similares pero del Estado, aunque se caigan a pedazos, no les hagan nada.
Entonces, el Negociante cumple con lo que le dicen los inspectores y, además, se hace “amigo” de ellos, previendo ataques futuros. Pero, cuando el Contrincante se da cuenta que su rival sigue creciendo en su negocio y el ataque con los inspectores no hace efecto, va a otras variantes: impuestos, documentación, papeles, tramites y muchos más recursos que tiene a su alcance.
El Negociante, al ver tantos ataques por todos los francos, porque en este ajedrez el Contrincante tiene más fichas que las normales -cinco alfiles, ocho caballos, cuatro torres y un sinnúmero de peones- trata de defenderse como puede, pero se da cuenta de que no le sirve ni la mejor defensa Siciliana.
Allí es donde muchos inclinan su Rey, y otros, para evitar llegar hasta aquí, tratan de mantener un perfil bajo, digamos que se dedican a “enrocarse” una y otra vez para que el Contrincante no sienta que prospera, o que lo quiere “atacar”.
Pero todavía hay algunos Negociantes que siguen dando pelea y buscan asesoría: abogados, económicos o lo que necesiten y le hacen frente a los ataques del Contrincante.
Al ver el Contrincante que su rival no sucumbió, que sigue en la batalla, he incluso amenaza con fortalecerse, y esto le puede hacer demasiada competencia o traerle problemas, entonces pasa a otro nivel de ataque, uno profesional, como sacudirle el tablero a su rival para que se le caigan las piezas.
Entonces, va a la Ley: hace nuevas leyes, cambia otras, inventa las que sean necesarias para que su rival quede fuera de lo legal, las infrinja y entonces caerle con toda la artillería pesada: auditorias, inspecciones, lo que sea… y, si es posible, hasta llevarlo a juicio.
En el mundo del ajedrez, podemos decir que hace que la Dama de el Negociante camine como el Rey, que los alfiles solo lo hagan en una diagonal, que sus torres solo se muevan lateralmente, y el caballo nada más salte para atrás.
Con este sistema es imposible que el Negociante pueda ganar algo, incluso es difícil hasta que pueda combatir.
Otros tantos Reyes caen a este nivel, quizás sólo se salven los que intente pactar tablas con el Contrincante. Allí es cuando comulgan con su «enemigo» y tienen que hacer justo lo que este les pida, para poder seguir en el juego.
El Contrincante los deja «jugar” y ganarse “un dinerito” siempre que sea el Contrincante favorecido y recordándole al Negociante que no se pase de la raya, que no levante la voz, que no mire a otro tablero, y que nunca se moleste con las medidas, leyes y movimientos que hace el Contrincante.
Porque desde que pacto las tablas, él sabe que su rival siempre lo tiene en jaque.