El TORNEO DE SOFTBOL Y EL PODER DE LA PRENSA (II)

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Oscar Durán 

La Habana.- Donde único la prensa no actúa como el cuarto poder, es en Cuba. Un vendedor de aromatizante de La Cuevita tiene más autoridad que un periodista cubano. Al menos ese vendedor, grita a todo volumen: “vecina, compra cosas y acopia porque esto está en candela”. Un profesional de la prensa no puede usar la palabra candela ni para referirse al Incendio de Bayamo, un hecho que ocurrió en 1869.

Ayer, para que tengan una idea, suspendieron el Torneo Nacional de Softbol de la Prensa. Los participantes estaban montados en el tren con destino a Holguín, sede del evento, y los hicieron bajar por orden directa de Miguel Díaz-Canel. Hoy, leyendo el Granma, Juventud Rebelde y algunos medios provinciales, no he visto trabajos relacionados con el suceso y tampoco creo que alguien escriba algo crítico en un medio castrista.

Algunos se pronunciaron en redes sociales, un poco molestos, pero no fueron directos. La culpa, según ellos, es de “alguien de arriba”. No, colegas, el periodismo debe ser objetivo. El torneo se suspendió por culpa de Díaz-Canel, así de sencillo y fácil. Sin darle tanto rodeos al asunto. Mientras Lis Cuesta andaba por New York con su marido, gastando a trocha y mocha, ustedes estaban dando los últimos retoques a un evento que se iba a hacer, prácticamente, gracias al esfuerzo de las Mipymes. No era justo echar todo por tierra en el último momento.

Una vez más, a quedarse callados y mamársela. No pasará nada, como siempre sucede con la dictadura. Frustración se llama eso. El primer logro de la Revolución, desde 1959, fue despojar el periodismo de su autonomía y convertirlo en un departamento de propaganda del Partido. Nadie ha podido desobedecer tal decisión. Nadie. Incluso, hoy, donde alguien sensato puede redactar par de líneas y ponerle el dedo a unos cuantos incapaces, la opción es seguir de largo como si nada pasara.

Alguien por ahí dijo que, por cosas así, cada día se tienen menos razones para sentirse orgulloso de ser cubano. Y se equivoca, el derecho a ser cubano no lo puede quitar nadie, ni siquiera un dictador.

Cuando la prensa cambie, sea libre, honesta, imperfecta, pero apegada a la cotidianidad del cubano, entonces sí será el cuarto poder en la isla. Mientras tanto, a seguir en las mismas: el régimen haciendo de las suyas cuando quiere y cometiendo los mismos disparates de siempre.

Algún día esos pelotudos -dígase Díaz-Canel y todos sus secuaces- dejarán de avergonzar a la prensa cubana. Falta mucho para eso, por supuesto. Pero llegará ese día. Tiene que llegar.

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