AMIGOS ENEMIGOS

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Por Joel Fonte (Especial para El Vigía de Cuba)

La Habana.- Esos que se dicen «Amigos de Cuba», son en realidad cómplices de la dictadura castrista y enemigos del pueblo cubano. Lo vergonzoso, lo cuestionable e inmoral, no es haber estado ciego ante la realidad de lo qué es el castrismo; incluso, haberlo apoyado activamente inducido por esa ceguera.

No; lo que es inequívocamente criminal, porque nos hace co-partícipes del crimen, es haber descubierto que el régimen construido por Fidel Castro y que sigue en manos de su hermano, es una verdadera estructura delincuencial, que emplea los métodos más diversos para sostener el Poder y prolongar su control sobre los cubanos, privándonos de nuestros más elementales derechos humanos, y habiendo ganado ese saber, esa conciencia, no enfrentarlo, no denunciarlo, pero, sobre todo, sostener una posición de apoyo a esa estructura mafiosa de Poder.

Quienes así obran, en oposición al discurso manipulador del castrismo, no son «amigos de Cuba», ni «luchadores por la libertad de su pueblo», ni mucho menos tienden «puentes de amor» a los cubanos, sino que dan una puñalada miserable y fratricida a los sueños de Libertad, de Patria, de Vida, de millones de hombres y mujeres, de niños, ancianos, que dentro y fuera de Cuba sufren una vida infame y luchan, o al menos anhelan, el retorno de la libertad y la democracia a nuestra tan sufrida Patria.

Esas decenas de personas que hemos visto en las calles de New York, o reunidos en conciliábulos culpables con el criado de Raúl Castro, -que no es ni presidente, ni cubano-, pactando negocios a través de los cuales lucran con nuestra esclavitud, se ponen del lado del asesino que blande el arma conque se matará al hermano.

Dicen apoyar a la «revolución», al «presidente Canel», porque la patria lo necesita, a sabiendas de que revolución y Canel son la negación de Patria.

Hablan de Patria ocultando que en los dos últimos años casi medio millón de cubanos han huido de una tierra que los espanta porque la «revolución» que ellos defienden ha devastado el país, y continúa.

Ellos son tan culpables como aquellos que por cientos en esa misma ciudad, y por miles en todos los Estados Unidos, son remunerados y tienen entre sus funciones de trabajo, como tareas, desorganizar, dividir, frenar cualquier posible plan o acto que persiga terminar con la dictadura en la isla.

Porque el castrismo miente cuando habla de «bloqueo», de no tener dinero para adquirir medicamentos o producirlos, o recursos para reconstruir el sistema electroenergético del país, el transporte, la producción de alimentos, el sistema de educación, de salud, que están colapsados desde hace muchos años. Pero miente sobre todo cuando omite referir las sumas millonarias que invierte en programas de inteligencia, en la subversión organizada a través de las casi 150 sedes diplomáticas y consulados que tiene por todo el mundo, en todos los continentes -algo descomunal y excepcional en relación al tamaño, población y recursos económicos del país- y donde trabajan miles de agentes de inteligencia y diplomáticos encargados, además, de la creación y organización de los llamados «grupos de solidaridad», que son verdaderos tentáculos de la dictadura en todo el mundo.

Con esos cientos y cientos de millones de dólares -algunos estudios sugieren que la cifra es mucho mayor- robados a los cubanos, se seduce a políticos, a intelectuales, académicos, artistas, literatos, cineastas, personalidades de la cultura u otras áreas de la vida en sus países. Se premia la asunción de posiciones, declaraciones de apoyo; se conceden becas, se crean supuestos Centros de Pensamiento, Culturales.

Se trata, en suma -y es lo que hay que entender- de que el Castrismo es una estructura de Poder que construye esferas y áreas de influencia con los mismos métodos criminales que utilizan los carteles, las estructuras dedicadas al crimen organizado.

Las finanzas del país, los recursos económicos, todos los necesarios, se ponen ilimitadamente a disposición de esos fines, y así, por un lado, se dictan resoluciones de condena a la dictadura cubana en foros u organizaciones internacionales. Se le condena como responsable de la represión, del encarcelamiento, del secuestro de los derechos humanos de millones de cubanos, o por sus alianzas con organizaciones vinculadas al terrorismo, al tráfico de personas, y por otro lado no se le aisla políticamente, no se le imponen sanciones multilaterales permanentes. Y hasta se le provee de infinitos préstamos que solo sirven para sostener a una cúpula corrupta y para retomar el ciclo interminable de la corrupción y la represión.

Esa intensa y costosa labor de subversión, como se sabe, va dirigida, además, a garantizar el ascenso y la influencia creciente de figuras y partidos políticos en otros países, los que a su llegada al Poder se convierten en aliados políticos de peso que apoyan internacionalmente a la dictadura Castrista contra los intereses y demandas de sus propios gobernados.

Esa es, en líneas excesivamente generales, la «política internacional» del régimen Castrista: persistir y afirmar el mito romántico, fraudulento y desaliñado de la pequeña nación revolucionaria y socialista que lucha contra el imperialismo en el mundo, mientras oculta una mano enguantada, cubierta de sangre y llanto de cubanos.