Por Oscar Durán
La Habana.- Si me preguntaran cuál es el mejor momento para adquirir una casa en Cuba, diría que es este. Con medio millón de dólares, posiblemente compre medio Vedado o las tres cuartas partes de Miramar. Claro, nada de eso me interesa porque, primeramente, no tengo un quilo partido por la mitad; y, segundo, yo no invertiría en Cuba ni aunque Miguel Díaz-Canel me regale una Mipyme para vender langosta y carne de res. Bien lejos quiero al comunismo y a todos sus vividores.
Como ya sabemos, el tema vivienda está en el top cinco de los problemas más graves de la dictadura. Las casas en la isla se construyen sin un mínimo de orientación profesional y, aunque parezcan un palacio por dentro y por fuera -en algunos casos, aclaro-, si ocurriera un terremoto de más de 5,5 de magnitud no va a quedar ni una cucaracha viva.
La casa de mis viejos, por ejemplo, tiene 73 años. Nunca se ha remodelado porque somos personas de clase baja y el poco dinero que entra es para comprar la basura de comida que el gobierno vende. Cuando llueve, se moja completa y tiene huecos por todas partes. Hace cinco años atrás, nos daban 18 mil dólares por ella, ahora cuesta dos mil y cuidado.
Mi colega Jorge Sotero, de manera ingenua, dice que si el régimen tiene dos dedos de frente comprara las casas en venta y se las alquilara a personas necesitadas, con peligro de derrumbe, etcétera. Jorge, por favor, la dictadura no va sacar dinero de sus arcas para ayudar a un cubano y mucho menos para darle un hogar. Los únicos que tienen una posibilidad de tener un inmueble, son los militares y dos o tres rendidores de Raúl Castro y Canel.
Para que tengan una idea, mi casa es parte del patrimonio del pueblo donde vivo y en 64 años de Revolución solo pintaron la fachada una vez y porque Fidel Castro iba a pasar por ahí. A cada rato, el historiador -amigo de la familia- pasa a visitarnos y nos dice que el Estado siempre debió salvar nuestra morada. Pero nunca la salvó, ni la va a salvar. Y muchos menos ahora que solo tienen dinero para llevar a Lis Cuesta a los viajes presidenciales.
Y ustedes se preguntarán, si yo sostengo la idea de que este es el momento idóneo para comprar casas, ¿por qué nadie las compra? La respuesta es bastante fácil: en Cuba no hay quien viva y bien loco está el que invierta dinero comprando viviendas.
El castrismo quiere mostrar una imagen falsa de una Cuba que se avecina, pero cuidado con seguirle el juego. Cuando ellos ven a un cubano con un mínimo de prosperidad, enseguida le van arriba. No cometa el error de comprar seis o siete casas para alquilarlas. Se va a arrepentir. Ellos, dictadores al fin, inventan cualquier cosa y te quitan cinco de un tirón cuando les salga de su interior. Después, esas mismas moradas, aparecen en Airbnb ofrecidas como alquiler bajo la licencia de Mariela Castro.
Por eso, la mejor manera de invertir en nuestra nación es hablando con Putin para que nos venda un poco de Novichok y regarlo alrededor del Consejo Estado. Acabaríamos, de una vez por todas, con estos esbirros y nuestras casas tendrían las condiciones necesarias para vivirlas y así ningún cubano las pondría en venta porque estaríamos feliz en el lugar de donde nunca debimos salir echando.