Por Jorge Sotero
La Habana.- En todos los países del mundo -o en la inmensa mayoría, para no ser absolutos- , los inmuebles aumentan su valor de un día para otro, menos en Cuba, donde los precios van en picada, y una vivienda que podía costar 45 mil dólares hace tres años, ahora se vende en siete mil, con todo dentro y ‘se escuchan ofertas’.
Eso quiere decir que si aparece alguien con un poco menos de dinero, al contado, la paga y se queda con ella, pero resulta que a nadie le interesa comprar una casa en la isla. Y no solo no le interesa a los mismos cubanos de allí, sino a los que están fuera, ni a personas con mucha plata en cualquier parte del mundo, aunque para estos la situación es diferente, porque tendrían que entrar en triquiñuelas y nadie se juega su fortuna así.
Con la situación de vivienda que tiene el país y con la cantidad que hay en venta, cerradas algunas, y con todo dentro, hasta el gobierno, si tuvieran dos dedos de frente lo que dirigen -y no lo hicieran solo con el abdomen- podría comprar muchas de ellas, y luego alquilarlas, vendérselas a alguien o dárselas a todas esas personas necesitadas, que malviven en sitios con peligro de derrumbe, pisos de tierra, paredes de tabla de palma o cualquiera sabe cómo.
Lo podría hacer un banco, si los bancos cubanos fueran de verdad, y no un sistema unificado e ineficiente que solo sirve para controlar la entrada y salida de dinero a través de unas sucursales que se caen a pedazos, donde es casi imposible trabajar, y donde no hay ni papel para dejar constancia de algún trámite. Bueno, y tampoco impresoras, ni personal para las cajas, ni nada de nada.
Pero lo cierto es que el mercado de la vivienda en Cuba, ahora mismo, es apetecible. Solo que las leyes del país, esas ‘augustas’ regulaciones establecidas por el castrismo, no facilitan que alguien de cualquier lugar del mundo venga a invertir su dinero acá, porque después puede perder güiro, calabaza y miel. Y experiencias anteriores hay, como lo ocurrido con aquellos que fueron obligados a salir de la isla a principios de la revolución, para que los nuevos dueños del país se quedaran con sus mansiones.
Tampoco lo van a hacer los cubanos que viven fuera, que prefieren pagarle un pasaje a la familia para que se vaya, a comprarle una casa en Cuba, porque luego de la vivienda tendrá que mandarle remesas para que sobrevivan a la crisis actual y a la de mañana, porque no se crean que esta de ahora va a ser la última ni la más mala.
Vendrán otras crisis, cada vez peores, que acelerarán la muerte de muchas personas, y consolidarán cada vez más al castrismo. Todo eso hasta que algunos valientes asuman el compromiso de liberar a su pueblo y terminen por expulsar a la familia Castro y sus satélites del poder. Entonces, solo entonces, las casas en Cuba volverán a recuperar su valor y se podrá comprar y vender con tranquilidad.