Por Esteban Fernández Roig ()
Los curas cubanos estaban rodeados por un pueblo eminentemente católico, estaban en el país más bello de mundo, gozaban del respeto de todos y eran más importantes en las ciudades y en el campo que el alcalde, que el jefe de la policía y hasta que el gobernador de la provincia.
El problema para ellos (y para todo el mundo, pero para ellos más) comenzó desde el mismo día en que la hiena puso una pata en La Habana.
Yo diría, sin miedo a equivocarme, que después del presidio político y los alzados del Escambray, los sacerdotes son los que más han sufrido este proceso.
Recuerdo a las turbas enardecidas recorriendo las calles cantando y vociferando: “¡Mi mamá no quiere que yo vaya a las iglesias porque los curas falangistas me convierten en terrorista!”
Las iglesias fueron saqueadas y derrumbadas todas las imágenes de los Santos y de la Virgen María, los colegios católicos intervenidos. Cantaban: “A la Virgen del Pilar la quieren hacer fascista, pero la virgen del Pilar es atea y comunista”…
La recién estrenada tiranía «barrió el piso con ellos», a la mayoría los montó en el barco Covadonga y los desterró del país. Simplemente porque el catolicismo representaba UNA FUERZA en nuestro país, y el tirano quería eliminar todo lo que fuera capaz de hacerle frente.
A mí me parece también que traía un odio profundo y un resentimiento contra el clero desde que estudiaba en el Colegio de Belén. Esos sacerdotes Jesuitas calaron su maldad desde muchacho.
La inmensa mayoría de los sacerdotes siempre tuvieron una actitud digna, recuerdo al Padre Enrique Méndez visitando de puerta en puerta a sus alumnos para pedirles a sus padres que los sacaran lo antes posible del país y jamás podemos olvidar al sacerdote Miguel Ángel Loredo quien padeció prisión y siempre mantuvo una posición digna, patriótica, erguida y súper valiente.
Mis amigos, resulta Imposible escribir estas líneas sin rendirle tributo al más bravo, valiente y luchador incansable por la liberación de Cuba: Monseñor EDUARDO BOZA MASVIDAL.
En el terreno personal le dedico este escrito al hijo de un buen amigo mío, lector favorito de esta columna en Facebook: El Padre Enrique Sera, en la foto.
(Tomado de la página de Facebook Nostalgia Cuba)