Por Jorge Sotero
La Habana.- Este domingo regresaba de Nueva Paz, a donde fui a buscar un poco de arroz que unos amigos me habían prometido, y cuando llegué al Reparto Obrero me encontré con un accidente de esos que te dejan de piedra. Un viejo Cónsul de los años 60, creo, se había empotrado de frente contra un poste de la electricidad, en pleno medio de la acera.
Apenas tuve tiempo para tomar un par de fotos, porque lo que ocurrió me llamó la atención, y vale la pena explicarlo, aunque no conozco las causas por las cuales el vehículo chocó contra el pilote de concreto.
El auto no tubo que subir a la acera, porque en ese lugar no existe acera. O sí, hay una, pero está por encima del nivel de la calle, y en esas condiciones, el contén no pudo cumplir con una de sus funciones, la de evitar que los vehículos sobrepasen el andén.
El auto no pudo haber ido a mucha velocidad, porque ese es un sitio urbano, se trata de un carro antiguo, y porque poco más adelante hay un hueco enorme, una razón para pensar que el conductor había tomado todas las precauciones. Eso sí, pudo haber tenido problemas de dirección, incluso pudo haberle pasado algo al propio conductor, que le hizo perder el control de su auto, pero si la acera hubiera tenido la altura requerida, hubiera evitado el impacto contra el poste.
En la foto se ve que no hay acera. Y también que el poste está en medio de la misma, como pasa en cualquier parte del país, porque nunca, nadie, se ha preocupado por quitar de esos lugares los referidos pilotes, como si fuera normal. Y eso que basta solo con correrlos unos centímetros y ponerlos fuera del sitio por donde caminan las personas.
También vi ayer una publicación en un medio independiente sobre una alcantarilla que cerraron en medio de una avenida, o en un cruce de calles, con una altura de hormigón de unos 10 centímetros, cual si eso fuera una genialidad arquitectónica. Y allí la dejaron.
Es una locura total, porque el motorista que choque con ella sin esperarlo, de seguro va al suelo. Y los autos que la impacten pueden sufrir la explosión de sus neumáticos, porque hasta tiene los fijos esos que deja la madera cuando se usa para encofrar algo.
Sin embargo, allí quedó, en el medio de todo, cual si aquel cruce de calles fuera un potrero yermo en mitad de uno de esos campos de Cuba por donde nunca pasa nadie. Y entonces me pregunto dónde están los encargados de Vialidad y Tránsito, o los de Urbanismo, o esos personeros del gobierno, que solo sirven para reuniones y más reuniones.
Esas son dos muestras de que en Cuba a nadie le importa nada. Si una persona muere en un accidente que pudo haberse evitado, nadie paga por ello. Como no pagará nadie por el poste en el centro de una acera que no existe, o que no cumple sus funciones, porque no puede contener nada, contra la cual se estrelló un auto.
Así anda el país, con controles solo para aquellos que se expresan contra el gobierno, para los que dicen que el régimen los mata de hambre, o para quienes creen que los Castro y sus secuaces, entre los cuales está Díaz Canel, están terminando de hundir a una isla en la que ya nadie quiere vivir.