Por Arturo Mesa
Atlanta.- Once y cuarto de la noche y en aquel restaurante no paraba de llover. Ay mamá ¿y cómo llego a mi casa? Llamar a los puros Yumas pa que me recojan sería como la primera derrota del imperialismo en Atlanta, así que no.
Como esto es capitalismo puro y duro hay trabajadores a los que les pagan el Uber cuando se quedan muy tarde, pero a mí nadie me ha dicho na, ni tampoco vivo tan lejos.
Cuando por fin escampa, salgo para mi paradita a esperar mi 809. Nada por aquí, nada por allá. Busco en la aplicación de guaguas y nada por aquí, nada por allá. Esto pinta feo. Mi única opción era entonces el Metro.
Con el Metro llego a mi casa casi en el mismo tiempo que si me voy caminando, tengo que hacer como tres cambios, así que la variante nunca me ha gustado. Y entonces pensó el genio: “Arturito, ¿y si le metemos a Uber?
Arturito erizao. ¡Con lo malo que tú eres pa la tecnología! Eso debiste pensarlo en el restaurante pa’ que cualquiera allí te ayude. Pero en fin, ok, vamos a intentarlo.
Descarga de Uber, cuenta bancaria, ubicación, destino y zas me sale un cartelito en pantalla: “mijito abre la “location” del teléfono a ver si el chofer sabe dónde tú estás. ¡Ah, verdad! Voy. Al instante un cartelito: en 6 minutos lo recoge Steve en el punto.
¡Na, no puede ser! Me fijo bien y hay un carrito en el mapita con el tal Steve de chofer. Dice que es un Lexus plateado, chapa 2550. Siguiente disyuntiva: ¿Qué Ostras del Golfo es un Lexus? Ya esto no me está gustando. ¿Y cómo va a saber el Lexus que yo soy Arturito?
Me separo de la gente, son cerca de las doce y hay más personas esperando la 809 ellos no saben que la de las 11.30 es la última. De nuevo la aplicación comienza a flashear: «en dos minutos su Lexus llegando». «En un minuto…», Ay Dios míos ¿por qué no me mandaron un Moskvitch?…«Cero minutos» y dobla por la esquina menos esperada, un carrito plateado, gira en U delante de mí y ahí fue cuando le vi el 2550. ¡Ja, si yo soy un genio, chico!
Buenas noches, Steve (na, pa’ confirmar) y Steve me dice: «¿Arturo?» Siiiiiiiiiiiiiiiiii. Casi que sale el Sol ahí mismo.
Me monto. Nueve baritos hasta la casa, dice la app. El Lexus echa humo, Steve de lo más amable (¿Está bien el aire así, Señor?) Vaya que la cosa es de señor y todo! En diez minutos estoy sano y salvo en la puerta del edificio.
¿Y ahora cómo pago? ¿Será automático todo esto? Na, no puede ser!
-Deme una buena calificación –me dice Steve y eso me confirma que no hay que darle na, que la cosa es automática.
-Claro, mi sangre, no te preocupes.
Salgo y abro la aplicación. «¿Qué calificación le da a Steve, Señor Arturo?»
¡No, chico…! a Steve no, a mí que soy un genio. ¡Yo, me doy seis puntos! Bueno a Steve vamos a darle cinco puntos y una propinita de un dólar. ¡Na’ pa’ redondear!
Tengo la ligera impresión de que en el capitalismo este hay una pila de cosas que funcionan bien.
(Tomado del muro de FAcebook de Arturo Mesa)