Por Anette Espinosa
La Habana.- Mi compañero de estudios Jorge Legañoa le vendió a la Unión de Periodistas de Cuba. Ni corto ni perezoso, uno de los profesionales más arribistas que ha tenido la prensa en el país en los últimos 60 años, dejó plantado a Ricardo Ronquillo y a la cúpula que dirige el accionar de los medios, supuestamente, y se fue al Instituto de Comunicación, el otrora ICRT, al mando de su coterráneo Alfonso Noya.
Me lo contó el propio Legañoa la semana anterior. Y no solo me dijo eso, sino que otra de las vicepredentas, Rosa Miriam Elizalde, quien durante años fue la mano derecha de Randy Alonso en Cubadebate y en la Mesa Redonda, también pidió su liberación, porque se va a Estados Unidos a compartir su vida con su esposo, el abogado José Pertierra, muy cercano a la dictadura por su labor a favor de los espías que estuvieron preso en territorio estadounidense y en lo relacionado con la devolución de Elián González.
Según Legañoa, ni el propio Ricardo Ronquillo quiere seguir en su puesto. Ya una vez salió molesto de su oficina, luego de una discusión por teléfono con Enrique Villuendas, el encargado de dirigir a la UPEC desde el departamento Ideológico del Partido Comunista, y dijo que no seguiría, que se iría a su casa, o a trabajar en el campo, porque no podía más con tales despropósitos.
La última vez que Ronquillo habló con Legañoa, le dijo que se alegraba por él, que iba a un lugar mucho mejor, con más recursos y más autonomía. Y que estaba feliz por el paso que había dado. «Si aparece algo para mí, me dices», le comentó mientras su vicepresidente cerraba la puerta de su oficina en la casona de 23 e I, en el Vedado capitalino.
En esa situación, la Unión de Periodistas atraviesa un panorama complicado, porque nadie quiere ocupar esos puestos, a pesar de que los vicepresidentes tienen oficina, secretaria, autos, cuotas de gasolina, estatus diferenciado, viajes y recepciones.
Por el momento, el propio Legañoa, según cuenta él mismo, sondeo a algunos miembros del comité nacional y nadie de los que vive en La Habana está de acuerdo. Sí quisieran el puesto algunos de los que pertenecen a ese mundo, allende la capital, que llaman provincias, pero tendrían que darle casa y la UPEC no tiene. Tendría que negociarlo con la cúpula del Partido Comunista y las que este tiene las quiere para las decenas de funcionarios que trae cada años desde otros lugares del país.
Eso sí, hay un hombre dispuesto a hacerse cargo de todo eso: Joel García. pero este puso condiciones: solo trabajaría a medio tiempo para la UPEC, y el otro lo dedicaría a sus funciones como periodista deportivo y jefe de plana en Trabajadores. Porque por allí salen los viajes al extranjero, a coberturas deportivas, además de que su sueño es ser director del semanario, una vez que Alberto Núñez Betancourt sea removido.
Eso lo ha dicho Joel a su círculo más cercano, en más de una ocasión. Incluso, una de sus hijas, que estudia relaciones internacionales, lo confesó una vez en casa de una amiga, donde estaba mi hijo, quien me lo contó.
Lo cierto es que la Unión de Periodistas, cansada de las imposiciones que establece el Partido Comunista, de tener que obedecer unas reglas con las cuales la mayoría de las veces no está de acuerdo, va perdiendo uno por uno a sus directivos. Y es muy posible que en los próximos días veamos una estructura completamente nueva, con otro rostro de presidente y dos vices, en sustitución del propio Ronquillo, de Legañoa y de Rosa Miriam.
Solo quedará Ariel Terrero, porque lo suyo es el Instituto de Periodismo José Martí, y desde aquella demarcación se sufren menos las imposiciones y las doctrinas bajadas de donde se controla todo en los medios en Cuba: el departamento Ideológico del Comité Central.
Es más, estoy seguro de que a estas alturas, el tal Villuendas debe estar volviéndose loco en la búsqueda de kamikazes que quieran dirigir a los periodistas. Incluso, puede que les diga a los que entreviste que tendrán carro, cuota de gasolina, viajes, y que hasta les prometa una casa que nunca les darán.