Por Arnoldo Fernández
La Habana.- La gente corría, mujeres, hombres, abuelos, discapacitados… El camión llegó, era una fiesta mirar las reses en trozos sobre la volqueta.
Atento me dispuse a no perderme nada de lo que iba a suceder cuando bajaran la carne. Quería ver con mis propios ojos lo que la gente decía.
Un discapacitado se acercó al camión, a los allí congregados, los amenazó con decir, si la carne no iba directo a la gente.
Cuando dio la espalda, empezó el caos, la carne sobre las espaldas entrando en lugares, lomos, piernas, boliches hermosos, parecían bibijaguas.
No me perdí las voces en aquel mar revuelto, algunas me sorprendieron:
-Saca las piernas del gobierno y del partido.
-No se la merecen, pasan en sus automóviles y te dejan botao.
Era una locura, una verdadera locura.
Luego de descargar toda la carne, por detrás de donde comenzaron a venderla, empezó a irse otra vez en la espalda de otras bibijaguas.
Mis ojos en la cola, dolor ante tanta gente luchando su pedazo con empujones, palabras duras, amenazas.
Mi pueblo allí, vulnerable, pisoteado por las bibijaguas, una señora me dijo:
-Siempre pasa lo mismo. Lo mejor no llega al pueblo.
Me aparté un poco, cuando pasó entre nosotros el discapacitado con cara de pocos amigos, dijo que iba a decir todo lo que había visto hacer a las bibijaguas.
(Tomado del muro de Facebook de Arnoldo Fernández)