Por El Estado como tal
La Habana.- Tuve una pesadilla a propósito del mercado cambiario cubano en la que un irritado Marx reprochaba que se ignorasen sus advertencias acerca del fetichismo y sobre la función de la crítica en las ciencias sociales.
El viejo filósofo de Tréveris parecía especialmente exaltado con eso de que las distorsiones económicas derivadas de la informalidad del mercado cambiario cubano “no son el resultado del accionar de ningún actor económico en particular”. Ni siquiera se menciona a un totí para echarle la culpa.
Las distorsiones económicas que son el resultado de la informalidad del mercado cambiario cubano no son causadas por las relaciones entre abstracciones que son útiles para explicar procesos económicos generales (demanda, oferta, precios, valor agregado, etc.), sino por relaciones sociales.
Cuando se separan conceptos como demanda y oferta de los actores que producen las acciones de la economía real que tales conceptos expresan, estos parecerían tener un poder independiente de quienes produjeron las acciones, es decir, una presencia fantasmagórica que opera muy parecido al fetichismo mercantil criticado por Marx.
Pero en la pesadilla, lo que pareció haber sacado a Marx de sus casillas fue la flacidez analítica que, diluyendo responsabilidades, evita abordar el hecho de un actor específico -el Estado cubano- tiene responsabilidad directa por decisiones que han causado el mercado informal cambiario y sus deformaciones.
El inconsolable Marx de la pesadilla repetía como un poseído lo que había dicho hace ya 180 años acerca de la necesidad de “la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder”.
En suma, convendría un poco más de Economía Política en este tipo de debate, y también de análisis político. La política económica y el desarrollo son procesos relativos al ejercicio del poder y eso es política en estado puro.
Estamos advertidos sobre una segunda parte del análisis centrado en “el verdadero foco del debate”, el cual espero con impaciencia. Veremos si algo nos dice sobre las responsabilidades de los actores. No vaya a ser que quien se aparezca en otra pesadilla sea Lope de Vega con aquello de ¡Fuenteovejuna, señor!
(Tomado del muro de Facebbok de El Estado como tal)