LOS QUE CAYERON EL 5 DE SEPTIEMBRE Y LOS QUE VIVEN DE ESE DÍA

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFELOS QUE CAYERON EL 5 DE SEPTIEMBRE Y LOS QUE VIVEN DE ESE DÍA

Por Joel Fonte (Especial para El Vigía de Cuba)

La Habana.- En mi ciudad, la de todos los cubanos donde quiera que vivan, en cualquier lugar del mundo -aunque el Castrismo insista en que le pertenecen solo a ellos el país, las ciudades y hasta las calles- casi todo tiene como nombre esa fecha: una Avenida, escuelas, monumentos, himnos y poemas, comunidades, un central azucarero, bodegas, círculos infantiles…

Teóricamente, reproducir la fecha persigue perpetuar el simbolismo de ese día en que, por vez primera en la Cuba republicana, un grupo de militares, marinos, se sublevaron contra el régimen de Batista y, conjuntamente con civiles armados, tomaron el control de la ciudad por unas horas, hasta que el ejército del Batistato la recuperó tras asesinar a muchos de los sublevados.

Cuando niño tenía un libro que releí muchas veces sobre la vida y muerte de uno de esos héroes, en su mayoría jóvenes, algunos casi niños: Luis Pérez Lozano.

Aquellos mártires hicieron lo que solo hacen los grandes hombres: abandonan la comodidad de sus vidas, la vanidad y mediocridad de los intereses personales, y se dejan arrastrar, libres y resueltos, por una idea, por el sueño de servir a sus pueblos, sin importarles nada más, ni siquiera la posibilidad real de la muerte.

Ese patriotismo, esos ideales llevados a la acción son los que cambian a un país y a su pueblo, y lo hacen sublime. Porque, «la acción salva».

Y cuántas veces se escucha hoy lamentar -a los más viejos con más pesar, porque tienen la lucidez y la emoción templada de los años- que toda aquella sangre ha sido traicionada, ultrajada y que fue en vano, porque el régimen Castrista, que dijo representar las ambiciones de libertad de los héroes de aquel Levantamiento Popular, los traicionó a ellos, a sus memorias, a todo el pueblo cubano, y solo sustituyó una dictadura por otra, mucho más prolongada y cruel, mucho más amoral.

El país que vivimos hoy está en ruinas como resultado de la corrupción de un sistema que corroe a su vez todas las estructuras de la sociedad, que ha retorcido los valores que nos mantienen firmes como personas de bien, y que ha quebrado hasta las esperanzas de mucha gente noble y buena de llegar a un futuro mejor.

Paralela a esa corrupción infame y a los privilegios que crecen para unos pocos, generalmente vinculados a ese poder, sobrecoge la miseria en que viven millones de personas en nuestra patria.

Porque son decenas de miles de seres humanos aquí los que se levantan y vuelven a la cama al final del día muchas veces sin comer ni poder darles lo más elemental a sus hijos, a sus viejos.

Se les despojó primero a los cubanos de sus derechos políticos, civiles, culturales, económicos, para terminar arrebatándoles hasta el derecho a alimentarse básicamente.

Son generaciones enteras que han dado su sudor, su sangre, creyendo ingenuamente en una idea vacía, y como compensación solo han recibido escarnio, mentiras y hambre. Viven un eterno duelo.

Hace solo unas horas viví esas experiencias tan desdichadas y vergonzosas entrando a un centro comercial que, como casi todo en Cuba, vende en dólares, o como manipuladoramente le llama el castrismo: MLC.

Una tienda absolutamente surtida de todo lo que ningún cubano puede soñar siquiera comprar con su trabajo honesto, decente, ya sea un simple obrero o un médico, un ingeniero, un científico. Y los mendigos cerca de la entrada para clamar por limosnas se multiplican.

Entre ellos, o entre esos millones que no pueden entrar allí y comprar ahora al menos un kilo de arroz que el régimen vende a más de tres dólares, -unos 700 pesos al cambio informal, porque la dictadura tampoco vende esa moneda- podrían estar padres, abuelos, familiares de los caídos el 5 de septiembre del 1957.

Entonces, el régimen no solo veja la memoria de los caídos, sino a sus vivos. Sin embargo, no debemos permitir que nos venza el pesimismo, porque es ese uno de los aliados más firmes de esta dictadura: la desesperanza genera inmovilismo, inacción, y así es que se prolongan los regímenes más reaccionarios.

Contrario a eso, debemos persistir. Esa persistencia, eso sí, no debe ser abstracta, ilusa, sino que debe apoyarse en acciones concretas que reproduzcan y hasta multipliquen el simbólico coraje de los héroes y Mártires del 5 de septiembre en Cienfuegos.

Porque ni la dictadura más fosilizada y débil -y el Castrismo lo está sin dudas- caerá por sí sola.

Basta de tolerar injusticias.

No más temor.

No más dictadura en Cuba.

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